viernes, 13 de noviembre de 2009

"Desnaturalizar la violencia, revalorizar la palabra"

Por Griselda García

La palabra violencia deriva del latín violentia, donde vis significa "fuerza, poder". Es una fuerza destinada a sojuzgar a otros para el beneficio y la satisfacción del deseo de uno. Amenaza la existencia del otro y apunta a lograr que éste ceda y se adapte a uno. La violencia comienza al ignorar la voluntad del otro y “pasarlo por encima”. A veces, hay que prestar atención a los dichos populares y frases hechas por que guardan verdades de amplio alcance. ¿Qué significa “pasarle por encima” a alguien? Nada menos que aplastarlo, pisarlo… ¿qué más violento que eso?Desde la óptica de él/la violento/a, el otro es un instrumento para usar. A partir de aquí utilizaré el genérico en masculino (“violento”), sólo a efectos de simplificar el lenguaje, pero remarcando que incluye a las mujeres. Vale la aclaración, ya que en esta temática a menudo se escuchan hombres pidiendo que se haga foco en las mujeres violentas, un fenómeno creciente al que me referiré en otra oportunidad. Por lo general el agresor reproduce el maltrato sufrido invirtiendo los roles: si lo maltrataron, a su vez maltratará. Los insultos y descalificaciones escalan con lentitud hasta tomar proporciones difíciles de mensurar que resultan devastadoras para la víctima. Uno de los mayores riesgos consiste en naturalizar el hecho, ya que eso impide cambiarlo. Paradoja de la tortura: la víctima se acostumbra al látigo. La inmoralidad cotidiana produce un acostumbramiento al abandono, el maltrato y la inseguridad, como un barro del que es difícil salir. Al interiorizar las relaciones de poder, éstas se convierten en evidentes e incuestionables, incluso para los sometidos. Esa violencia simbólica se construye socialmente y marca los límites dentro de los cuales está permitido pensar. Como advierte Bourdieu (1999) la violencia simbólica no es menos importante, real y efectiva que una violencia activa ya que no se trata de una violencia “espiritual” sino que también posee efectos reales sobre la persona. En el entorno familiar es como si el violento “se descargara” con su pareja y/o hijos. ¿De qué se descarga? ¿Qué es lo que lo carga?: la frustración ante una situación económica caótica, las necesidades básicas insatisfechas, una sociedad que expulsa al “pobre” y lo marginaliza, la explotación laboral, la desocupación, la falta de atención médica adecuada y un amplio y doloroso etcétera. Los niños ven que no es el esfuerzo de sus padres lo que garantizará el progreso de la familia sino el azar. Según Silvia Bleichmar esta es la imagen con la que se describe a los campos de concentración. ¿Quién sobrevive? Los que se esfuerzan y los que tienen suerte. Esta situación genera profundas huellas psíquicas en el individuo. No es difícil imaginar cómo será el futuro de un niño que creció en este entorno. Al decir de Fernando Ulloa serán la cárcel, el hospital o el cementerio las salidas posibles de los menores. Ellos asisten, además, a toda una sociedad que pide la “baja de la edad de imputabilidad”, culpabilizándolos por algo de lo que ellos son sólo un emergente. Más seguridad, es el reclamo de la mayoría, más policías en las calles. Me recorre un escalofrío de miedo cada vez que lo escucho. Citando a Baumann, promover la seguridad siempre exige el sacrificio de la libertad; en tanto que la libertad sólo puede ampliarse a expensas de la seguridad. Una vez más, será el equilibrio entre ambas instancias lo que provea la clave. De estos temas –arduos y tratados una y otra vez en los medios- es de lo que “se cargan” quienes luego se descargarán mediante actos violentos. ¿Y dónde quedaron las palabras? No es novedad que el lenguaje sufre un empobrecimiento en todas las áreas en que se lo usa, pero qué gran problema tenemos como sociedad si comenzamos a prescindir de ellas para comunicarnos y debemos recurrir a los golpes. Si la violencia es grande es porque hubo una desesperación equivalente soportada a lo largo del tiempo. Al no haber un otro que con su mirada sostenga el dolor y el sufrimiento, éstos toman la forma de acciones violentas dirigidas al Estado y a la justicia que, en lugar de asumir su responsabilidad, aplican la ley fogoneados por una sociedad que también prefiere ver la falta afuera y, en lo posible, lejos: otra vez, la cárcel, el hospital o el cementerio.En lugar de castigo al “culpable” sería deseable crear un plan de prevención a través de redes que contengan al menor y le provean formas de insertarse en el mundo laboral. ¿Suena utópico? Tal vez lo sea, pero vale la pena seguir intentando instalar el tema desde una perspectiva más humanitaria.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Ideas y Obras de Lévi-Strauss

¿Qué queda del estructuralismo?
Fue sin duda la corriente de pensamiento de mayor peso en el siglo XX. Después de la experiencia de Claude Lévi-Strauss con las tribus amazónicas, en los 30, plasmada en Tristes trópicos, se expandió desde la antropología a la filosofía, la crítica literaria, la filosofía, la psiquiatría, en busca del funcionamiento de la cultura toda. Cuestionado luego, es imposible no seguir debatiéndolo. Opinan José Pablo Feinmann y Eliseo Verón.
Por: Marcelo Pisarro
EL ESTRUCTURALISMO invadió todas las disciplinas y el fin de siglo lo puso en tela de juicio en un debate que no cesa.
Suponiendo que Claude Lévi-Strauss no hubiese hecho otra cosa que escribir Tristes trópicos , su libro de 1955, su obra seguiría estando a mil años luz que la de cualquier otro antropólogo. Y Tristes trópicos ni siquiera es un libro de antropología en sentido estricto. En todo lo que ese libro exige, en todo lo que ese libro sabe que no obtendrá, se encuentra la espina que el estructuralismo –como método científico, corriente de pensamiento, como afirmación política y posibilidad estética– dejó clavada en el corazón del siglo XX: no la duda sobre si el saber occidental será capaz de responder las preguntas acerca de la naturaleza humana, sino la sospecha de que probablemente no valga la pena. Tristes trópicos es el relato de un antropólogo que, a mediados de la década de 1930, deja su acomodada vida académica en Francia y llega a la selva amazónica en busca de su objeto de estudio soñado: "Una sociedad humana reducida a su expresión básica". Va detrás del gran premio, el equivalente del arqueólogo que gana la carrera por ser el primero en abrir la tumba de un gran faraón: el momento en que una sociedad que se creía completa, cerrada y autosuficiente, descubre que no es nada de todo eso. Lo que Lévi-Strauss encuentra, en cambio, es el producto del colonialismo, la transformación de los antiguos salvajes en aguas residuales del progreso industrial europeo. Encuentra basura, pobreza, excremento, barro. "La mugre, nuestra mugre que hemos arrojado al rostro de la humanidad". El antropólogo no se resigna. Penetra más y más en la selva. Quiere localizar, dice, esa sociedad que todavía no fue contaminada por la civilización europea. Por la mugre. Finalmente, cerca de la frontera con Bolivia, se topa con los tupi-kawahib: salvajes, impolutos, el sueño de Rousseau y de Durkheim. Sin embargo, por más que lo intenta, no consigue comunicarse con ellos. No se entienden. No hablan la misma lengua. "Estaban realmente dispuestos a enseñarme sus costumbres y creencias, pero yo nada sabía de su lengua. Estaban tan cerca de mí como una imagen vista en un espejo. Los podía tocar pero no podía entenderlos. Allí tuve mi recompensa y al mismo tiempo mi castigo, pues, ¿no consistía mi error, y el de mi profesión, en creer que los hombres no son siempre hombres? ¿En pensar que algunos merecen más nuestro interés y atención porque en sus maneras hay algo que nos asombra?". Lévi-Strauss regresa a Francia. Ahora lo sabe: la condición para volver inteligible a ese otro lejano y exótico es que la mugre ya lo haya manchado. El precio que se paga por conocer es deambular entre ruinas: los primitivos, los salvajes, son también parte del fango de la modernidad. El antropólogo no se resigna tampoco ahora. Hay otra opción. En lugar de merodear en tribus lejanas, de regodearse en su extrañeza, de lamentarse al ver en qué los hemos convertido, es posible construir un modelo teórico de sociedad que abarque a ésa y a todas las sociedades primitivas. El espíritu humano es el mismo en todos lados. Lo que prima es el intento de llevar orden al caos, de ordenar un universo desordenado. Hay un todo establecido, coherente. Un número limitado de estructuras que se repiten una y otra vez. Un sistema. Valiéndose de la matemática, la lingüística, la cibernética, las ciencias del signo, es posible reconstruir esas estructuras, bosquejar una suerte de tabla periódica con los elementos que conforman esas sociedades. Los mitos, las leyendas, los dialectos, los bailes, los tatuajes, son accidentes, contingencias. Lo que importa es la estructura, lo que subyace: el estudio del pensamiento humano a través de una ciencia formalista, taxonómica, universal, abstracta. A mediados del siglo XX, con los hornos de Auschwitz todavía calientes y las luchas por la descolonización estallando alrededor del mundo, el estructuralismo se propuso la empresa más grandiosa jamás imaginada: comprender cómo funciona la mente humana. Y Lévi-Strauss hizo escuela. La contradicción que el estructuralismo guarda en su seno, la contradicción que enterró en el corazón del siglo XX, radica en que el mayor intento colectivo por convertir a las ciencias humanas en una gran ciencia positiva universal es producto de la búsqueda de redención personal de un solo hombre. Y para lograrlo, explicó décadas después el antropólogo Clifford Geertz, este hombre creó una máquina infernal de la cultura, que aniquilaba la historia y lo engullía todo a su paso. Lévi-Strauss logró construir un modelo teórico, político, estético, que satisfacía su búsqueda personal: entender a los hombres sin conocerlos, conseguir una aproximación intelectual y mantener la distancia física. "Odio los viajes y a los exploradores", así empezaba Tristes trópicos . Bastó esa línea, y Lévi-Strauss ya estaba a mil años luz. El advenimiento del estructuralismo, escribió Geertz, fue ante todo un logro retórico: el discurso que Lévi-Strauss inventó para los hechos curiosos que describía o para sus curiosas explicaciones de estos hechos curiosos. "Lo que consiguió cambiar la mentalidad de la época, como ninguno de esos elementos lo hubiera logrado antes, fue la sensación de que había aparecido un nuevo lenguaje en el que todo, desde la moda femenina, como en El sistema de la moda de Roland Barthes, hasta la neurología, como The quest for mind de Howard Gardner, podía discutirse y analizarse de una manera útil. Fue toda una serie de términos (signo, código, transformación, oposición, intercambio, comunicación, metáfora, metonimia, mito... estructura), tomados en préstamo y reelaborados tanto a partir del léxico de la ciencia como del arte, los que sirvieron para definir la empresa de Lévi-Strauss, más allá del limitado interés que muchos pudieran tener en el sistema de secciones australiano o la configuración de las aldeas bororo". A mediados de siglo, el lenguaje, o el método, o las hipótesis, o el modelo, o lo que fuese que ese antropólogo francés estuviese diciendo en nombre del estructuralismo, se extendió hacia otras disciplinas. Pocos, muy pocos, se definieron como "estructuralistas", pero de pronto en lingüística, psiquiatría, historia, política, sociología, semiología, matemática, filosofía, literatura, biología, y más, el estructuralismo permitía decir cosas que hasta ese momento no habían sido dichas: permitía, parafraseando una definición ya clásica de Lévi-Strauss, generar buenas categorías para pensar. Y sin embargo nadie sabe con certeza qué es, o qué fue, el estructuralismo. En general las definiciones, más allá de algunos lugares comunes (su antihumanismo, su objetivismo, sus oposiciones dicotómicas binarias que lo explican todo: alto-bajo, derecha-izquierda, crudo-cocido, significado-significante), parecen chocarse entre sí y no arribar a ningún puerto. "Digámoslo francamente –escribió el filósofo François Wahl en 1968, en la introducción de un libro de Dan Sperber llamado ¿ Qué es el estructuralismo? –. Cuando se nos pregunta acerca del estructuralismo, no comprendemos la mayoría de las veces acerca de qué se nos quiere hablar". El estructuralismo no nació con Lévi-Strauss. Su fundación, simbólica, se remonta a 1916, cuando se publicó la obra póstuma de Ferdinand de Saussure, el Curso de lingüística general . Pero en el trayecto que va desde el Curso de lingüística general hasta la edición de los cuatro tomos de las Mitológicas de Lévi-Strauss (entre 1964 y 1971), el estructuralismo pareció haber mutado como en esas películas de la RKO en las que una pequeña lagartija se metía donde no debía, recibía algún tipo de radiación y se convertía en un monstruo gigante y deforme que pisoteaba todo lo que encontraba a su paso. El estructuralismo, para entonces, era Godzilla. Bajo la etiqueta de estructuralismo podía ponerse casi todo, pues casi todo parecía haber sido tocado por el estructuralismo. Sea para abrazarlo, rechazarlo, ignorarlo, adecuarlo, criticarlo, superarlo o revisitarlo, el estructuralismo parece ser la corriente de pensamiento endémica del siglo XX. Emerge con diferentes rostros en diferentes lugares, y cuando parece erradicado vuelve a florecer en una nueva cepa. Lo que sigue es tan obvio que produce sarpullido, pero para que exista, por ejemplo, un posestructuralismo (para que pueda fijarse como corriente intelectual o como estilo de época que atraviesa objetos culturales de diferentes géneros, para que pueda establecer sus límites, deudas, rupturas y continuidades) debe existir un estructuralismo: debe continuar siendo aquello con lo que se dialoga. De una manera u otra, agrade más o menos la conversación, el estructuralismo sigue siendo un interlocutor inevitable. En 1987, en L a derrota del pensamiento , Alain Finkielkraut relataba cómo había sucedido todo eso, cómo el estructuralismo se había adueñado de la vida académica y política de posguerra, cómo Lévi-Strauss se había convertido en –vaya– un héroe. Veinte años más tarde todavía sigue siendo una historia válida, una historia que puede pasar por cierta. El comienzo de la historia que Finkielkraut estaba contando podía situarse en noviembre de 1945, cuando se realizó el acto constitutivo de la UNESCO: un nuevo intento por llevar la luz de la razón a la oscuridad que todavía crepitaba en los hornos de Belsen. Sacar a la Humanidad de las tinieblas; impedir que el fanatismo, el totalitarismo y la ignorancia volvieran a idiotizar al Hombre... Momento, momento. ¿Qué hombre? ¿El hombre del existencialismo sartreano, que por entonces seducía a propios y extraños? ¿El hombre del iluminismo? ¿Qué hombre? En 1951 Lévi-Strauss presentó un trabajo escrito por encargo de la UNESCO: Raza e historia . Una parte del texto apuntaba hacia el lugar esperado: el concepto de "raza". Las diferencias entre grupos humanos, escribió, obedecen "a circunstancias geográficas, históricas y sociológicas, no a aptitudes vinculadas a la constitución anatómica o fisiológica de los negros, de los amarillos o de los blancos". Todos de acuerdo, aplausos. Pero cuidado, agregó Lévi-Strauss, y cuando Finkielkraut lo relataba, treinta y cinco años más tarde, uno podía percibir la emoción en su voz: no basta con quitarse de encima la predestinación biológica, también hay que rechazar la jerarquización de las diferencias culturales. La época de la que intentaba salirse, creía Lévi-Strauss, estaba marcada tanto por el totalitarismo como por el colonialismo: la mugre, nuestra mugre. Los filósofos iluministas, en el siglo XVIII, habían caído en la trampa. Hablaron en nombre de la Humanidad parados en el que suponían último estadio de desarrollo moral, tecnológico, científico, el final de una única línea de progreso humano. Casi dos siglos después, los fundadores de la UNESCO se aprestaban a hacer lo mismo. "En el momento en que la UNESCO se propone abordar un nuevo capítulo de la historia humana –escribió Finkielkraut–, Lévi-Strauss recuerda, en nombre de su disciplina, que la era de la que se trata de salir está tan marcada por la guerra como por la colonización, tanto por la afirmación nazi de una jerarquía natural entre los seres como por la soberbia de Occidente, tanto por el delirio biológico como por la megalomanía del progreso". La crítica de la superioridad racial debe combinarse con la crítica de la superioridad cultural. No hay una sola civilización, propone Lévi-Strauss; hay culturas, muchas, en plural. "Lévi-Strauss se apropia de la solemne ambición de los fundadores de la UNESCO –iluminar a la humanidad para conjurar los peligros de la regresión a la barbarie–, pero la dirige contra la filosofía a la que éstos rinden pleitesía", seguía Finkielkraut. "El objetivo sigue siendo el mismo: destruir el prejuicio, pero, para conseguirlo, ya no se trata de abrir a los demás a la razón, sino de abrirse uno mismo a la razón de los demás". Se esparció como una mancha de brea. Imitando el ejemplo de la antropología estructuralista, las ciencias humanas comenzaron una cacería del etnocentrismo, una denuncia de todas las formas en que –en nombre de un humanismo universalista, vago, metafísico– Occidente hacía prevalecer su dominio pasado y presente. Los historiadores rompieron la línea del tiempo, trastocaron su continuidad; los sociólogos combinaron el marxismo con la etnología estructuralista: en todas las sociedades hay división de clases (decían con Marx), y en cada clase hay un universo simbólico distinto y equivalente (decían con Lévi-Strauss). Los lingüistas encontraron las mismas estructuras narrativas en las "grandes novelas" y en los "cuentos populares"; todas las teorías de la descolonización usaron el mismo sonsonete: ni las sociedades ni las personas crean de manera absoluta, sólo se limitan a elegir determinadas combinaciones; no hay dos culturas que sean iguales, pero todas parten de la misma actividad combinatoria y no pueden ser jerarquizadas. La bola de nieve no se detuvo. Noam Chomsky, Roland Barthes, Jacques Derrida, Jacques Lacan, Umberto Eco, Jean Piaget, Thomas Kuhn, Michel Foucault, Louis Althusser o Julia Kristeva, por nombrar poco y atropellado, llevaron el estructuralismo a sus respectivas disciplinas. Godzilla, sí. Parecía imparable, y pronto llegó el ejército a hacerle frente, con los tanques de guerra y todo. Pero ya había comentado Nietzsche qué pasa cuando uno combate contra monstruos. No es que el estructuralismo, o Lévi-Strauss, hayan estado exentos de críticas. Al contrario. Muchos filósofos acusaron al estructuralismo de ser demasiado cientificista y muchos científicos lo acusaron de ser demasiado filosófico. Se dijo que Lévi-Strauss era un mago: que encontraba estructuras por todos lados, que las sacaba de su galera mágica junto con conejos y ramos de flores. Se le imputó plantear preguntas y no responderlas; mezclar azarosamente cualquier cosa que se le cruzara; no hacer suficiente trabajo de campo; hacer demasiado trabajo de campo; usar demasiada información; usar muy poca información; usar información desactualizada; ser demasiado positivista; ser demasiado poético; ignorar la historia; ignorar a los individuos; ser demasiado determinista; tomar un montón de temas complicados y volverlos imposibles. Las versiones más "duras" del estructuralismo se han vuelto obsoletas, o al menos no gozan del acuerdo que gozaron hasta fines de la década de 1960. Gran parte de sus hipótesis (o métodos, o discursos, o... lo que sea) fueron retomadas por las corrientes posestructuralistas, posmodernas, deconstructivistas, constructivistas, etc. Otras fueron descartadas, y muchas otras se volvieron parte de agendas políticas y sociales, parte del sentido común, de la embrutecida cotidianeidad de los hechos de todos los días. "En disciplinas como la nuestra –escribió Lévi-Strauss en la Obertura de Mitológicas . Lo crudo y lo cocido –, el saber científico avanza a paso inseguro, bajo el látigo de la contención y la duda. Deja a la metafísica la impaciencia del todo o nada. Para validar nuestra empresa no es preciso a nuestros ojos que esté asegurada de disfrutar, durante años y hasta en sus menores detalles, de una presunción de verdad. Basta que se le reconozca el modesto mérito de haber dejado un problema difícil en estado menos malo que como se lo encontró". Suponiendo que Claude Lévi-Strauss no hubiese hecho otra cosa que escribir Tristes trópicos , su libro de 1955, su obra seguiría estando a mil años luz que la de cualquier otro antropólogo. Si la historia que estuvimos contando es correcta, si el estructuralismo comenzó con el intento de un solo hombre por expiar las culpas por lo que Occidente había hecho con las sociedades no occidentales, y terminó en el mayor intento colectivo por entender cómo funciona la mente humana, ni una exigencia ni la otra fueron satisfechas. Ese es el secreto que encierra Tristes trópicos : que el precio por conocer es la destrucción de aquello que busca conocerse. "Nunca más, en ninguna parte, volveré a sentirme en casa", se lee allí, sólo para pasar un par de páginas y encontrarse con una cita de Pascal: "Nada nos puede consolar, cuando lo pensamos detenidamente". En todo lo que ese libro exige y en lo que sabe que no obtendrá, se encuentra la espina que el estructuralismo dejó clavada en el corazón del siglo XX: "¿Para qué sirve actuar, si el pensamiento que guía la acción conduce al descubrimiento de la ausencia de sentido?". Es lo que Lévi-Strauss, hace setenta años, intuyó que no sería capaz de responder.

Estructuralismo Básico
El estructuralismo fue el paradigma académico predominante en las ciencias humanas y sociales durante buena parte del siglo XX, y también una moda cultural que en la posguerra desplazó a otras modas culturales (el existencialismo, por ejemplo). Si el estructuralismo, como corriente de pensamiento, comienza con el Curso de lingüística general de Ferdinand de Saussure (1916), es con los trabajos de Claude Lévi-Strauss que adquiere el status de "movimiento". Positivista, formalista y antihumanista, analiza cada fenómeno como un sistema complejo de partes interrelacionadas. Sus hipótesis fueron adaptadas en disciplinas como antropología, lingüística, historia, filosofía, sociología, psicología, matemática, arquitectura, etc. En las décadas de 1970 y 1980, sus premisas positivistas cedieron ante modelos más interpretativos y abiertos. Más que desaparecer, el estructuralismo se disolvió en corrientes como el posestructuralismo, deconstructivismo o diversas corrientes marxistas.

Biografía Lévi-Strauss

1908. Nace Claude Lévi-Strauss.
1913. Muere Ferdinand de Saussure.
1916. Se publica el Curso de lingüística general, que lleva la firma simbólica de Saussure, aunque fue armado por dos de sus alumnos (Charles Bally y Albert Sechehaye) en Ginebra, con retazos de manuscritos, apuntes de clase, anotaciones varias. A partir de ese momento, y durante al menos medio siglo, la lingüística será estructuralista.
1926. Se establece la Escuela de Praga, círculo de lingüistas estructuralistas entre cuyos miembros sobresalen Roman Jakobson, Nikolai Trubetzkoy, Sergei Karcevskiy, Vilém Mathesius, René Wellek y Jan Mukarovský. El grupo se desbanda en 1939. Deudos: Alf Sommerfelt, Emile Benveniste, Tzvetan Todorov, Claude Lévi-Strauss.
1931. Se establece la Escuela de Copenhague, fundada por Louis Hjelmslev y Viggo Brøndal
1933. Se publica Lenguaje de Leonard Bloomfield y define la impronta de la escuela lingüística estructuralista norteamericana de las décadas de 1940 y 1950: principios conductistas para el estudio del sentido y riguroso método científico de análisis lingüístico. Deudos: Charles F. Hockett, Zellig Harris.
1935. Lévi-Strauss viaja al Brasil, donde enseñará e investigará hasta 1939. La experiencia dará forma a Tristes trópicos.
1941. Se publica Lenguaje infantil, afasia y leyes fonéticas generales de Roman Jakobson. La elección es arbitraria; su obra es enorme, dispersa, no sistematizada. Durante la guerra, exiliado en Nueva York, formó parte de la École libre des hautes études, junto a Jean Wahl, Jacques Maritain y Lévi-Strauss, a quien influyó considerablemente.
1943. Se publica Prolegómenos a una teoría del lenguaje de Louis Hjelmslev. Deudos: Gilles Deleuze, Felix Guattari, Jacques Derrida. 1949. Se publica Las estructuras elementales del parentesco de Lévi-Strauss. Libro capital
de la antropología estructuralista, Lévi-Strauss combina la idea de pares opuestos (de Saussure, Jakobson, Escuela de Praga, etc.) con los trabajos de Emile Durkheim y Marcel Mauss, y la aplica al estudio de sociedades primitivas. Deudos: Edmund Leach, Jacques Lacan, Marshall Sahlins, Algirdas Julien Greimas, Marcel Detienne, Roland Barthes, Gérard Genette, y un gran etcétera. 1955. Se publica Tristes trópicos y Lévi-Strauss se convierte en una celebridad. Décadas después, el antropólogo Clifford Geertz escribió: "Es un libro que, si bien dista mucho de ser un gran libro de antropología, o siquiera un libro especialmente bueno de antropología, es seguramente uno de los libros más bellos escritos por un antropólogo".
1957. Se publica Estructuras sintácticas de Noam Chomsky. La gramática generativa señala el ocaso de las teorías bloomfieldianas. Chomsky sostiene que el análisis estructural puede ser válido para el estudio de la fonología y la morfología, pero no de la semántica.
1957. Se publica Mitologías de Roland Barthes. Aplicando el análisis del signo saussureano al proceso de creación de mitos, se considera una pieza clave para la emergencia de los "estudios culturales".
1958. Se publica Antropología estructural de Lévi-Strauss.
1962. Se publica El pensamiento salvaje de Lévi-Strauss, su obra teórica capital. Imprescindible, todavía hoy.
1964. Jacques Lacan ofrece un seminario sobre "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis" en École Pratique des Hautes Etudes, gracias al apoyo de Lévi-Strauss y Louis Althusser. Lacan revisitará los conceptos freudianos, los "corregirá", incorporando los trabajos de Lévi-Strauss, Saussure y Barthes.
1964. Se publica el primero de los cuatro tomos de Mitologías de Lévi-Strauss. Los tomos restantes aparecerán en 1966, 1968 y 1971. Es una suerte de versión extendida y altamente detallada de la tesis de El pensamiento salvaje.
1965. Se publica Leyendo el capital de Louis Althusser, buen ejemplo de estructuralismo marxista. Deudos: Alain Badiou, Étienne Balibar, Jacques Ranciere, Pierre Macherey, Nicos Poulantzas, Jacques-Alain Miller.
1966. Se publica Problemas de lingüística general 1 de Benveniste. Se lo ha señalado como el último gran libro estructuralista.
1966. Se publica Racionalidad e irracionalidad de la economía de Maurice Godelier, asistente de Lévi-Strauss, efectivo cruce de antropología estructural, marxismo y economía. También se publica Las palabras y las cosas: una arqueología de las ciencias humanas de Michel Foucault, el "más estructuralista" de sus libros, quien luego será asociado al posestructuralismo y posmodernismo (etiquetas de las que renegará).
1967. Se publica La muerte del autor, ensayo de Barthes señalado como el punto de quiebre entre estructuralismo y posestructuralismo. Deudos: Jacques Derrida, Paul de Man, Geoffrey Hartman. Se publica Sobre la gramatología de Derrida, donde discute con Lévi-Strauss, Saussure, Hjelmslev, Jakobson y otros. Se lo señala como el texto fundacional de la deconstrucción. Deudos: Richard Rorty, Paul Ricoeur, Jean-Luc Nancy. Críticos: Michel Foucault, John Searle, Willard Van Orman Quine, Jurgen Habermas.
1968. Se publica El estructuralismo de Jean Piaget. "El estructuralismo es un método, no una doctrina", escribe Piaget, desde la psicología, luego desde el constructivismo. "No existe estructura sin construcción, abstracta o genética".
1969. Se funda la International Association for Semiotic Studies, presidida por Benveniste. Sus miembros parecen componer un "quién-es-quién" de las diferentes caras del estructuralismo: Jakobson, Julia Kristeva, Algirdas Julien Greimas, André Martinet, Juri Lotman, Roland Barthes, Umberto Eco, Cesare Segre, Thomas A. Sebeok.
1973. Lévi-Strauss ingresa a la Académie Française. Es el más alto honor que puede recibir un intelectual francés.
2008. Lévi-Strauss cumple 100 años el 28 de noviembre; el presidente Nicolas Sarkozy lo visita en su casa ("con el fin de transmitirle el homenaje de toda la nación"), se editan libros y se lo celebra en todo el mundo.
2009. Muere a los pocos días de cumplir 101 años.

Claude Lévi - Strauss






Claude Lévi-Strauss, uno de los intelectuales más relevantes del siglo XX, destacado antropólogo y padre del enfoque estructuralista de las ciencias sociales, falleció en París el sábado 31 de Octubre a los 100 años, según confirmó la Academia Francesa.

Nacido en Bruselas en 1908, sentó las bases de la antropología moderna e influyó en generaciones de investigadores al cambiar su percepción del mundo.

Su autobiografía intelectual "Tristes trópicos", publicada en 1955, ha sido considerada como uno de los grandes libros del siglo XX.

Profesor en el prestigioso Colegio de Francia entre 1959 y 1982, Claude Lévi-Strauss fue el primer antropólogo elegido en la Academia Francesa en mayo de 1973.

Cien años. Lévi-Strauss, que habría cumplido 101 años el próximo 28 de noviembre, influyó de manera decisiva en la filosofía, la sociología, la historia y la teoría de la literatura.

Dada su avanzada edad, el año pasado no participó personalmente en los actos conmemorativos de su centenario. Pese a todo, responsables del museo Quai Branly, donde hay un auditorio con su nombre, indicaron entonces que el intelectual se mantenía lúcido y en buen estado de salud.

Trabajó como profesor en la universidad brasileña de San Pablo y en la New School for Social Research de Nueva York, antes de ejercer como director asociado del Museo del Hombre de París y de enseñar en el Colegio de Francia, hasta su jubilación en 1982.

Su traslado a Brasil tuvo lugar en 1935 donde, a poco de instalarse, se puso en contacto con las poblaciones aborígenes y organizó misiones etnográficas en Mato Grosso y en Amazonia.



De regreso a Francia, fue reclutado en 1939 pero al año siguiente fue dado de baja a raíz de su origen judío. Se refugió entonces en Nueva York donde, tras la guerra, en 1946, fue nombrado consejero cultural de la embajada de Francia.

A partir de 1950 ocupó la cátedra de religiones comparadas de los pueblos sin escritura de la Escuela de Altos Estudios de París y, en 1959, la de antropología social del Colegio de Francia. Fue el primer etnólogo elegido miembro de la Academia Francesa, en 1973.

Hijo intelectual de Émile Durkheim y de Marcel Mauss, e interesado por la obra de Karl Marx, por el psicoanálisis de Sigmund Freud, la lingüística de Ferdinand de Saussure y Roman Jakobson, el formalismo de Vladimir Propp y un largo etcétera, era además un apasionado de la música, la geología, la botánica y la astronomía.

Las aportaciones más decisivas del trabajo de Lévi-Strauss se pueden resumir en tres grandes temas: la teoría de la alianza, los procesos mentales del conocimiento humano y la estructura de los mitos.



La teoría de la alianza defiende que el parentesco tiene más que ver con la alianza entre dos familias por matrimonio respectivo entre sus miembros que con la ascendencia de un antepasado común.

Además, para Lévi-Strauss no existe una "diferencia significativa entre el pensamiento primitivo y el civilizado", indicó el profesor de antropología Rafael Díaz Maderuelo con motivo del centenario del intelectual.

La mente humana "organiza el conocimiento en parejas binarias y opuestas que se organizan de acuerdo con la lógica" y "tanto el mito como la ciencia están estructurados por pares de opuestos relacionados lógicamente", agregó.

Entre sus principales obras figuran "Estructuras elementales del parentesco", "Antropología estructural I y II" (en las que aplica al conjunto de los hechos humanos de naturaleza simbólica un método, el estructuralismo, que permite discernir formas invariables dentro de contenidos variables) y "El pensamiento salvaje".

En esta obra, editada en 1962, demuestra que no hay un verdadera diferencia entre el pensamiento primitivo y el nuestro. "No se trata del pensamiento de los salvajes sino del pensamiento salvaje. Es una forma que es atributo de toda la humanidad y que podemos encontrar en nosotros mismos, pero preferimos en general ir a buscarla en las sociedades exóticas", explicaba.

Es también autor de Mitológicas , obra de la que el primero de sus cuatro tomos ("Lo crudo y lo cocido") ilustra la oposición entre naturaleza y cultura. Lévi-Strauss sondeó profundamente las relaciones entre cocina y cultura.
Fuente: La Nación.







ESTIMADOS LECTORES DEL BLOG: la nota sobre esta partida suscitó que me acercaran otros varios artículos relacionados, de los cuales hice una selección. Se transcriben a continuación, ampliando la información. Gracias!
Feinmann: "Lévi-Strauss mostró que el sujeto europeo es un sujeto burgués y colonialista"
En esta entrevista el filósofo y escritor José Pablo Feinman resume la influencia y las ideas centrales de Lévi-Strauss. Una visión donde el hombre no es el centro.
Por:
Silvana Boschi

¿Cuál fue la influencia de Lévi-Strauss en nuestro país y cómo se difundió su obra? En Argentina, Claude Lévi-Strauss no entra de un modo espectacular; de hecho no es él quien inaugura la moda del estructuralismo, se inaugura con Althusser y el que la impone decididamente es Michel Foucault, a fines de los años 70, con la obra "Las palabras y las cosas". El concepto fundamental es el de la muerte del hombre, y acá no podía entrar ese concepto a fines de los años '70, cuando era una época revolucionaria y la consigna era la del hombre nuevo. ¿Qué era lo que él cuestionaba?Levi-Strauss, desde sus estudios de las sociedades primitivas, cuestionó lo que para él era el eurocentrismo de la fenomenología, que en Francia estaba representada por Jean Paul Sartre. De modo que es recuperado por toda la corriente de pensadores estructuralistas y post-estructuralistas que viene después: Foucault, Barthes, Deleuze y Derrida. Para ellos va a ser la estructura el fundamento del pensar, y en algún lugar de la estructura se constituye el sujeto. Entonces, es la estructura la que constituye al sujeto, y en Foucault la estructura es el poder.¿Cuál fue el mayor aporte teórico que realizó Lévi-Strauss?El gran aporte de Lévi-Strauss, que dispara al movimiento estructuralista, es mostrar que el sujeto europeo es un sujeto burgués y colonialista, y el análisis de las sociedad primitivas le permite mostrar que el sujeto no existe en ellas, que lo que en ellas existe es un pensamiento no centrado en el sujeto. Traído a la sociedad actual, lo que Lévi-Strauss propone es una lectura estructural, científica, de las sociedades, no basada en el idealismo subjetivo. Para mi, todo esto que inauguró Lévi-Strauss sólo lleva hoy a la parálisis, porque impide la constitución de sujetos que se opongan a lo establecido. ¿Tuvo seguidores aquí?Los tiene y los tendrá, en la academia americana. Acá no hay una corriente levistraussiana, lo que hay es una corriente estructuralista que surge con él y concluye en el estructuralismo lingüístico de Derrida: hay que quitar al sujeto de la centralidad donde lo puso el eurocentrismo. Es la misma lectura que hace Lévi-Strauss, al sacar al sujeto eurocéntrico del núcleo constitutivo de la realidad.
Despedida para el siglo XX
Por Ricardo G. Abduca *
Se ha dicho de Picasso que si no hubiese pintado ningún cuadro igual lo recordaríamos como gran escultor, como ceramista. Algo parecido puede decirse de Lévi-Strauss. No deja una obra, deja varias. Fue el autor de Etnografía nambikwara, y otros textos menores, por los años 1940. Hizo luego un tratado de gran alcance, Las estructuras elementales de parentesco. Dejó también tres obras de reflexión personal y estética: su segundo gran libro, Tristes trópicos, de 1955, y dos obras postreras: su relectura de las fotos que tomó en los ’30, Saudades de Brasil y Mirar, escuchar, leer. Tres volúmenes (los dos primeros llamados Antropología estructural) reunieron sus artículos. Quizás en El pensamiento salvaje confluye la red mayor de sus argumentos. Luego se abocó casi exclusivamente a siete tomos de mitología americana: las Mitológicas, y otros tres, quizá más convincentes. En La vía de las máscaras pasó a analizar objetos concretos, en La alfarera celosa desafió a los psicoanalistas, en Historia de lince culminó una reflexión sobre la especificidad de las sociedades americanas.
Su obra también tiene entidad política. Con dos intervenciones centrales en la Unesco: “Raza e historia”, en la posguerra (que tendría que ser de referencia obligada en las escuelas públicas de hoy), y “Raza y cultura”, veinte años después, que matizó y enriqueció sus propias tesis previas. Pero también en Tristes trópicos, esa crónica pesimista que compara los trópicos despoblados de América y los hiperpoblados de Asia. Hasta sus últimos reportajes, siempre se mostró amargadamente lúcido ante el crecimiento de la población y el estropicio del planeta.
Nieto del rabino de Versailles, su obra casi no tiene referencias al mundo judío o cristiano; habló poco de ritual. Pero todo lo que se diga sobre los mitos de ahora en más tendrá que referirse de un modo u otro a su empresa. Desde el tour de force con que presentó la herencia de Mauss, en 1950, inauguró un nuevo pensamiento que está en el horizonte contemporáneo: el estructuralismo (sin él no hay postestructuralismo, ni desconstrucción). Entre los primeros en recibir su influencia, positiva o reactiva, estuvieron Lacan y Althusser. No se entiende la ontología lacaniana de los registros real, imaginario y simbólico, sin su apuesta fuerte por la autonomía de lo simbólico –y si no véanse las lecciones sobre la inyección de Irma en el seminario de Lacan, al cual asistió–. Investigadores británicos ya formados, como Edmund Leach y Mary Douglas, acusaron su influencia, como el norteamericano Marshall Sahlins. Maurice Godelier, Françoise Héritier, Philippe Descola, Eduardo Viveiros, han seguido por rutas que el ayudó a trazar. Desde la Argentina, desde Eudeba, gracias a Eliseo Verón (también Noelia Bastard y Eduardo Menéndez), se lo introdujo al mundo castellano. Describir la estela de las adhesiones y reacciones que suscitó entre nosotros (desde Blas Alberti a Carlos Reynoso, pasando por Cordeu y muchos otros) no es tarea sencilla.
Hemos terminado de despedirnos del siglo XX.* Antropólogo. Profesor de Antropología Económica (UBA).