sábado, 4 de septiembre de 2010

"Histeria y Música" - Lic. Lucía Galdona


Cuando Lacan desarrolla las características que establecen como tal a la estructura neurótica, dice que la neurosis tiene la forma de una “pregunta”, y que consiste en ser, a nivel del yo, de lo imaginario, una respuesta anticipada a esa pregunta, justamente para no llegar a ese punto real donde hay vacío de respuesta para la pregunta, ¿qué pregunta?: la pregunta que sostiene y es la razón de ser de la estructura neurótica; el interrogante sobre la muerte y sobre la mujer. Estos últimos carecen de representantes, de significantes en la red del lenguaje, son agujeros alrededor de los cuales se intenta dar respuestas, significaciones que son motivadas, justamente, por la falta de significantes a ese nivel. Esto moviliza al deseo y, por lo tanto a la metonimia y la sucesión de un significante articulado con otro significante, y así sucesivamente. De esta manera el lenguaje conformado por esta articulación, dentro del cual situamos el lenguaje musical, es la red significante a través de la cual vemos el mundo y conformamos nuestra realidad cotidiana.

Lacan caracteriza al deseo en la histeria como un deseo que se reconoce como insatisfecho, la histérica se nombra todo el tiempo como insatisfecha, de lo cual se queja; pero para poder quejarse de esto, sitúa un goce absoluto en otro lugar; aquí entra en juego “la otra”, a la cual se le atribuye un goce total, aspecto que en sí es imposible, ya que no existe el “goce del Otro”, pero esto le evita el desarrollo de angustia que generaría la confrontación con la falta del Otro.

En relación a la música, el lenguaje musical es una maquinaria de sentido que nos regocija, la conformación de melodías que “suenan bien” o “suenan mal” es dada por construcciones de reglas musicales que son así y no se cuestionan, es por esto que las métricas musicales simples son mas aceptadas a nivel social, aspecto que promueve su comercialización, y las métricas más complejas utilizadas por diversos géneros musicales como el rock sinfónico, rompen con la estructura propuesta por las empresas discográficas, proponen algo nuevo, salirse de la comodidad de lo establecido y dar lugar a nuevas expresiones del lenguaje musical. Para situar estos aspectos en un contexto social y cultural, este instituyente tuvo lugar en una época de rupturas, los años 60 y 70, momento histórico en las que los jóvenes tomaban la palabra, generando rupturas con la sociedad norteamericana y occidental, con la autoridad, las reglas, tradiciones, con el modo de vida de sus padres, con las formas de amor establecidas, con los modos de manifestación artística. Este contexto social dio lugar al surgimiento de modos musicales alternativos.

En relación a la histeria y la música, en esa época eran comunes y conocidos los grupos de mujeres que eran seguidoras de las bandas de rock, denominadas “groupies”, quienes decían seguir a las bandas por la “música” por el amor a la música que aquellos hombres creaban. En este punto podemos pensar a la relación de la histérica con la otra, en este caso personificada como la música, en la cual se sitúa el goce absoluto, otro goce distinto al regulado de manera fálica, es decir, que se escapa de las normas fálicas; pero con el que se tiene una relación mediada de manera fálica, en este caso, por los músicos. Esta también puede ser una forma de explicar por qué los casos de mujeres músicas, o de bandas conformadas por mujeres sean escasas o no lleguen al éxito que sí logran bandas de músicos hombres (esto lo digo dejando por fuera cualquier prejuicio en torno al género).

También podemos pensar que el atractivo que los músicos generan se debe a la presencia de esta otra que les proporciona satisfacción y placer a nivel artístico mediante la sublimación de las pulsiones.