“Profesor, no entendí lo del auto”. ¿Qué
auto? Pregunta intrigado mi colega amigo. “El Fort-Da”, responde la alumna.
Esta anécdota, me es relatada para ejemplificar la decadencia del alumnado en
el presente. Lacan, afirma que “…el decir es justamente lo que queda olvidado
detrás de lo que es dicho en lo que se escucha”. Es en las consecuencias del
dicho que se juzga el decir. Con lo cual pienso, que quizás la decadencia esté
en el decir de los que transmitimos.
En la práctica, me da óptimos resultados,
pensar que si el alumno no comprendió el concepto que quise transmitirle, es
porque yo no encontré el modo adecuado de hacerlo. Parte de la tarea docente
que realizo, es ayudar a los chicos que están cursando, a comprender los textos
de Freud y Lacan que tienen en la Facultad. Para mí este es un trabajo
fascinante, como preparar un menú a la carta. Nada de plato del día que ya
tenga cocinado. Además, como vienen a entender, no puedo hablarles en jerga y
frases hechas. Les estoy profundamente agradecida. Me han hecho trabajar a
favor de lo que decía Oscar Masotta, “debiera ser posible hablar en fácil de temas difíciles”. Y si a
la frase no se la deshace, se mantiene el desconocimiento sobre los elementos
que la componen. Se la repite como muerta. Además, no me permiten olvidar la
necesariedad de ajustarme al interlocutor. Lo dicho, sólo toma su valor en el
diálogo.
Para los que hacemos del trabajo de los
textos una labor cotidiana, nada es más fácil que repetir frases difíciles.
Siempre tenemos el as en la manga de
algo mencionado en “L´insu…” (Sem. XXIV de Lacan), “Le Sinthome” (Sem.
XXIII), etc.. Pero si esto no sirve para responder a los interrogantes que nos plantea a diario el
consultorio, sólo son fuegos fatuos. Y el nuestro, un discurso infatuado.
Esto me lleva a otra faz de mi labor
docente: el posgrado. Allí, usando la maravillosa experiencia antes descripta,
puedo acertar hasta en las palabras del castellano que los alumnos desconocen.
Es muy fácil para mí situar los puntos de ignorancia de mis jóvenes colegas.
Pero, el trabajo está siempre, en relación a su posición como analistas.
Intento transmitirles por los textos, el mismo respeto que merecen los
pacientes. Creo que el modo cuidadoso y atento, es necesario en todo lo concerniente a nuestra práctica.
No creo que se pueda mantener una escucha lúcida de los pacientes junto a una
lectura sorda de los textos.
En los actos más pequeños que uno realiza,
la mayoría de las veces sin saberlo, se juega completa la teoría que nos
habita. Freud comparando nuestro trabajo con el del artista, decía que debíamos proceder “per via di levare”
(quitando), como en la escultura. En cambio en la pintura, se hace “per via di
porre” (poniendo). La transmisión no es posible si previamente no operamos quitando
los saberes erróneos. De lo contrario, engrosamos capas psicológicas. Las
consecuencias son graves, porque con el paciente, se interviene desde lo
internalizado, no desde lo que se repite de la boca para fuera.
Si nos dedicamos a la transmisión del
Psicoanálisis, somos responsables si los participantes de nuestras clases,
salen pensando que “más allá del principio del placer” es el punto al que se
podía llegar, con el avance de la industria automotriz de los años ´20.
POR CLAUDIA MARTINEZ