domingo, 28 de noviembre de 2010

Acerca de “Toy Story 3” - Matías Pirilli



Yo soy tu amigo fiel.

En la crítica de cine frecuentemente aparece el intento de buscar en determinada película alguna característica especial para ubicarla en un lugar de privilegio y enunciarla con rótulos tales como “La película que definió una época”, “la película de la década”. La pregunta es si vale la pena esta separación temporal claramente obsesiva y que nada más da cuenta de un vicio de la crítica artística. Desde luego que no. Pero en el análisis crítico frecuentemente suelen establecerse cuestiones de este orden sin quedar nunca del todo claro muy bien el por que.

Posiblemente se deba a la necesidad de expresar lo que sucede cuando uno se encuentra con determinados productos.

“Pixar” está generando desde hace un tiempo algo excepcional y particular. Posiblemente desde los manifiestos y argumentos sostenidos por los pensadores-críticos-artistas de la nouvelle vague el cine pasó a pensarse a través de la lógica de “cine de autor”. Pero el cine es una industria y requiere el trabajo de muchísima gente. Así en una época las películas eran “Las de Universal” y poco se remitía a si el director era Browning o Whale, el público confiaba en que el estudio daría diversión de calidad a las masas. Desde la década de los 90 hasta ahora Pixar ha devuelto de a poco algo de ese espíritu. A la gran mayoría de los espectadores no le interesa quién dirigió determinada película, es más, los directores son aparentemente circunstanciales (aparentemente) y van cambiando, incluso actuando de a par en ocasiones. El producto final trasciende cualquier nombre. Que es un poco en definitiva el verdadero espíritu del cine como arte.

En una época en donde se filma mucho (muchísimo, prestar atención sino a cualquier festival de cine independiente), en donde la tecnología hogareña posibilita que cualquier pequeño burgués pueda filmar un largometraje, las películas de gran producción (los 90 fue la última década en la que el cine de tal características dio luz) son escasas. Se intenta así de apostar por productos que se sabe (en un cálculo aparentemente posible de hacer por las grandes productoras norteamericanas) funcionaran en taquilla. Así es la época de las secuelas, de las sagas, de los remakes y de las mega -y esporádicas- producciones, como la divertida “Avatar” y la pretenciosa “El origen”. En estas condiciones aparece una auténtica obra maestra y desde mi opinión la gran película del año: “Toy Story 3”.

La película funciona en varios planos. Por ejemplo se puede resaltar lo extraordinario de su narración. Es un film de aventuras, de suspenso, también es un drama carcelario, posee muchos elementos del cine de terror y de la comedia. Posiblemente me quede corto, pero aseguro que por lo menos posee todos estos elementos.

Particularmente muchas películas de animación me parecen cortos extendidos, son pocas las que resisten el largometraje. Considero a “Wall-E” un ejemplo de ello, realmente sería una gran película si hubiese durado apenas más de media hora. Lo mismo “Ratatouille”. “Up” resiste mejor la longitud, resultando una excelente película. “Buscando a Nemo” se ve levemente perjudicada por un exceso de gags. En cambio la narración en “Toy Story 3” es superlativa.

También cabe destacar el desarrollo cabal de los personajes. Los malos generalmente resultan más atractivos que los héroes y en una época de grandes villanos, como Heath Ledger haciendo de El Guasón en la última “Batman” o Christoph Waltz como Landa en “Bastardos sin gloria”, habrá que sumarle a un logrado osito de peluche rosa llamado Lotso (y a su ladero, un bebe que resulta ser la versión siniestra de los bebotes nenuco). Pero en “Toy story 3” los héroes son más atractivos aún, cosa difícil de lograr.

Aunque lo auténticamente importante es el guión en su poesía, en su metáfora. La película en su estructura está repleta de tópicos tratados con respeto y de forma original.

Pero las cuestiones de fondo son trascendentales: Trata acerca del paso del tiempo, el absurdo, la madurez, el amor, el engaño. En esta tercera parte sale a la luz un elemento que las otras dos películas de la saga no habían dado cuenta de tal modo: Los muñecos no crecen, de alguna manera resultan ser eternos. Así los simpáticos muñequitos pasan de ser meros héroes de películas de niños a excepcionales representaciones del absurdo. Así esta película resignifica a las otras dos en este punto.

Andy es el “dueño” de los personajes, ya que en definitiva son sus muñecos. Andy crece, madura y parte hacia la Universidad y así ese universo que los personajes tenían en la habitación del niño, ese único mundo que conocían, pasa a convertirse en algo vacío, en algo circunstancial (lo mismo que para Andy). Entonces la pregunta es: ¿Qué se hace frente a eso? El osito “Lotso” se llena de odio y de furia ante el desamor y supuesto desengaño. En cambio los personajes principales como Buddy o Buzz llevan adelante el abandono y la pérdida con nobleza y entereza.

Los minutos finales de la película son conmovedores además de poseer un alto nivel de cine. El plano de los muñecos en su rol de meros muñecos mirando el auto que se marcha luego de que Andy haya jugado una última vez con ellos es conmovedor. En ese momento en que el auto se pierde, la realidad para estos personajes cambia, ahora sí definitivamente para siempre, cambia su mundo y todo lo que hay en él. Y los efectos que produce en el espectador es de resignación, ¿Por qué Andy no se los llevó consigo? Por que Andy es un sujeto y no es un muñeco. El crecimiento implica siempre una pérdida y la película lo muestra directamente.

Cabe la comparación con “Inteligencia Artificial” de Steven Spielberg. Si bien la gran diferencia es que aquel muñeco en definitiva “quería” ser un humano y como tal “deseaba” una madre. Los personajes de Toy Story no quieren ser humanos. Están arrojados en el mundo y se responsabilizan de ello. Pero buscan el lazo entre ellos porque creen firmemente que en ello está la condición para soportar de mejor manera el absurdo de esta vida. Si hay algo que la película destaca es el absurdo. Saben que en un tiempo les pasará con su nueva dueña lo mismo que les pasó con Andy.

Y así se patentiza la repetición indefinida en el tiempo de todo lo que ya existe, dando cuenta del absurdo de la vida, del sin sentido de ella.

La identificación ocurre con los muñecos pero también con Andy. Porque cuando se marcha de alguna manera la realidad de él también se modifica, crece, tendrá que responsabilizarse y, al igual que pasa con los muñecos, tendrá también que hacer algo con el absurdo de la vida. Tal como nosotros, los espectadores.

sábado, 4 de septiembre de 2010

"Histeria y Música" - Lic. Lucía Galdona


Cuando Lacan desarrolla las características que establecen como tal a la estructura neurótica, dice que la neurosis tiene la forma de una “pregunta”, y que consiste en ser, a nivel del yo, de lo imaginario, una respuesta anticipada a esa pregunta, justamente para no llegar a ese punto real donde hay vacío de respuesta para la pregunta, ¿qué pregunta?: la pregunta que sostiene y es la razón de ser de la estructura neurótica; el interrogante sobre la muerte y sobre la mujer. Estos últimos carecen de representantes, de significantes en la red del lenguaje, son agujeros alrededor de los cuales se intenta dar respuestas, significaciones que son motivadas, justamente, por la falta de significantes a ese nivel. Esto moviliza al deseo y, por lo tanto a la metonimia y la sucesión de un significante articulado con otro significante, y así sucesivamente. De esta manera el lenguaje conformado por esta articulación, dentro del cual situamos el lenguaje musical, es la red significante a través de la cual vemos el mundo y conformamos nuestra realidad cotidiana.

Lacan caracteriza al deseo en la histeria como un deseo que se reconoce como insatisfecho, la histérica se nombra todo el tiempo como insatisfecha, de lo cual se queja; pero para poder quejarse de esto, sitúa un goce absoluto en otro lugar; aquí entra en juego “la otra”, a la cual se le atribuye un goce total, aspecto que en sí es imposible, ya que no existe el “goce del Otro”, pero esto le evita el desarrollo de angustia que generaría la confrontación con la falta del Otro.

En relación a la música, el lenguaje musical es una maquinaria de sentido que nos regocija, la conformación de melodías que “suenan bien” o “suenan mal” es dada por construcciones de reglas musicales que son así y no se cuestionan, es por esto que las métricas musicales simples son mas aceptadas a nivel social, aspecto que promueve su comercialización, y las métricas más complejas utilizadas por diversos géneros musicales como el rock sinfónico, rompen con la estructura propuesta por las empresas discográficas, proponen algo nuevo, salirse de la comodidad de lo establecido y dar lugar a nuevas expresiones del lenguaje musical. Para situar estos aspectos en un contexto social y cultural, este instituyente tuvo lugar en una época de rupturas, los años 60 y 70, momento histórico en las que los jóvenes tomaban la palabra, generando rupturas con la sociedad norteamericana y occidental, con la autoridad, las reglas, tradiciones, con el modo de vida de sus padres, con las formas de amor establecidas, con los modos de manifestación artística. Este contexto social dio lugar al surgimiento de modos musicales alternativos.

En relación a la histeria y la música, en esa época eran comunes y conocidos los grupos de mujeres que eran seguidoras de las bandas de rock, denominadas “groupies”, quienes decían seguir a las bandas por la “música” por el amor a la música que aquellos hombres creaban. En este punto podemos pensar a la relación de la histérica con la otra, en este caso personificada como la música, en la cual se sitúa el goce absoluto, otro goce distinto al regulado de manera fálica, es decir, que se escapa de las normas fálicas; pero con el que se tiene una relación mediada de manera fálica, en este caso, por los músicos. Esta también puede ser una forma de explicar por qué los casos de mujeres músicas, o de bandas conformadas por mujeres sean escasas o no lleguen al éxito que sí logran bandas de músicos hombres (esto lo digo dejando por fuera cualquier prejuicio en torno al género).

También podemos pensar que el atractivo que los músicos generan se debe a la presencia de esta otra que les proporciona satisfacción y placer a nivel artístico mediante la sublimación de las pulsiones.

miércoles, 21 de julio de 2010

Lic. Matías Pirilli - "La locura y el cine" - a través de Revista El Andén.

http://www.andendigital.com.ar/index.php/cultura/peliculas-para-viajar/181-la-locura-y-el-cine-anden-41.html

¿De qué se habla exactamente cuando se nombra a un sujeto como un “loco”? Existen muchas respuestas a esta pregunta y varían de acuerdo al lugar desde donde uno se ubique para responderla. Se puede contestar desde el psicoanálisis lacaniano que llamará de tal forma a aquel sujeto que no reconoce ni responsabiliza su posición en el mundo o también a un conjunto específico de signos y síntomas, si se responde desde la psiquiatría. Pero éstas son versiones de la cosa, como lo es en definitiva toda realidad.

L

a figura romántica del “loco” se debe en gran parte a la literatura, que le imprimió a tal personaje características exageradas de acuerdo al momento histórico desde donde se contaba la historia. Sin proponérselo realizó un estereotipo que ha ido modificándose de acuerdo a la época. Una vez más, el discurso generando una realidad (como siempre lo fue y será).

Ahora bien, siguiendo la línea de los discursos como generadores de realidades, se debe argumentar que, que se llame enfermedad a tal tipo deexistencia, responde a un tipo de “verdad” que la sociedad mercantil capitalista ha establecido a partir de determinada época, la Clásica. Y esto fue debido a una nueva dinámica social que estableció las cosas de tal forma (no siempre fue visto como enfermo). Este análisis lo ha realizado Michel Foucault en sus dos tomos de La locura en la época clásica.

Se sostiene que el cine ha sido posiblemente el arte popular por excelencia durante todo el siglo XX (¿cederá en este siglo ese lugar de privilegio a la computadora y su fiel aliado Internet?); por lo tanto, se tomarán tres películas antológicas de épocas distintas para intentar realizar un recorrido y una reflexión acerca de qué mito ha establecido el hombre moderno acerca de la figura del “loco”.

El gabinete del doctor Caligari. El loco encerrado.

Lo que rápidamente llama la atención de la película de Robert Wiene es su puesta en escena. Caligari contaba con un cuidadoso diseño de producción que mucho le debía al teatro. La presencia de una escenografía compuesta por telas y cartones pintados, la iluminación sugestiva y un maquillaje que resaltaba emociones dieron como resultado una película típica del expresionismo alemán. Se ha planteado alguna vez, si esta película es realmente cine o teatro filmado. Que se sostenga como teatro filmado reside en lo temprana de su aparición (es de 1919) y la falta de aquellos elementos que definirían al cine como arte. La cámara es estática y no hay un solo travelling en todo el metraje, cosa que por ejemplo Fritz Lang se animaría a hacer 3 años después en Nosferatu.

El guión es un elemento muy importante en esta producción. En el siglo XIX, gracias a sujetos como Edgar Alan Poe, irrumpe la literatura moderna, con el típico héroe de la narrativa contemporánea y con un estilo innovador de contar la historia residente en el planteamiento del relato en función del desenlace. Caligari probablemente sea la primera película cuyo final resultó absolutamente sorpresivo. Con Sexto sentido pareció que se había inventado la pólvora en este aspecto y en realidad no lo fue así. Por ejemplo, al final de la película Las diabólicas (H.G. Clouzot, 1955) aparecía un cartel que decía “Por favor, no cuente el final”. Y respecto a hombres que estaban muertos –he aquí un fantasma típicamente obsesivo- sin que público ni protagonista lo supiesen, se puede recomendar Muertos y enterrados (1981) dirigida por Gary Sherman y con guión del gran Dan O´ Bannon.

La genial trama de Caligari posee un desenlace a la altura. Luego de los asesinatos del Doctor y su “marioneta” nos damos cuenta de que Caligari es ni más ni menos que el psiquiatra de un hospicio y que la “marioneta” es su paciente quien delira toda la trama. Esta historia es de 1919 y resulta aún hoy superlativa su eficacia.

Establece a la locura como un hecho controlado por un cuerpo médico y con elementos románticos en su delirio. El loco en el hospicio, con delirios y alucinaciones bastante floridas y hasta apasionantes. La película muestra un delirio típicamente persecutorio contado de un modo narrativo y fantasioso.

Por lo tanto, en este momento el loco era aquél que se encontraba encerrado y que cautivaba con su delirio. También establece la fascinación que siempre produce al público la figura del loco. Ocurrió en la literatura y comenzaba a pasar en el cine.

Psicosis. El loco siniestro.

Hitchcock eligió a Anthony Perkins para interpretar a Norman Bates debido a su cara de tipo común y sencillo. Al presentar al personaje de tal forma, resultaba doblemente sorpresiva la aparición de la locura. El éxito de la película representó el puntapié inicial para que la figura del loco fuera explotada definitivamente en el cine como una figura siniestra: Los Giallos de Argento, los asesinos seriales, desde Michael Myers a Hannibal Lecter, Baby Jane y una enorme lista de personajes y películas.

Si Foucault sostiene que la figura del loco se estableció como algo que simbolizaba el desvío de un sistema moral pretendido, es este mismo sistema moral el que lleva a la segregación de esa figura (si bien posteriormente se lo integró aunque de manera diagnóstica-patológica y como “distinto”).

En la sociedad que se acomoda en función del producir, el “loco” se muestra en 1960 como una figura no sólo lejos de la moral establecida, sino que destruye a la sociedad y al pequeño burgués. No se debe olvidar que Janet Leight llevaba consigo mucho dinero que le había hurtado a su jefe. Generalmente la víctima de los asesinos seriales son mujeres urbanas que se ven atormentadas por un sujeto que quiere terminar con su vida. Y esto no es una línea que ha bajado de las productoras siguiendo una ideología, sino que es una expresión de arte auténtica, que no reflexiona sobre la época (en un intento artístico buscado) sino que es la expresión de un fantasma de la época. Por este motivo, estas producciones tendrán enorme valor a futuro.

Por lo tanto, en este momento apareció la figura del “loco” como una exageradamente siniestra.

El maquinista. Pobre loco.

Finalmente han aparecido películas que pretenden demostrar otra cara de la locura, películas que se corren del romanticismo con que se abordó el tema y demuestran el asunto en una vertiente cruda: si la locura no es algo tan lindo o peligroso, entonces, ¿qué es?

El maquinista es un buen ejemplo para mostrar cómo se ha abordado actualmente el tema. Si bien la película es un gran simbolismo de lo que es la culpa, muestra un planteo diferente a lo planteado hasta el momento de su aparición. Aquí el protagonista no es alguien peligroso sino alguien absolutamente atormentado. Se repite, es un claro manifiesto sobre la culpa: tan intolerable es la carga que atormenta a Trevor Resnik (interpretado por un escuálido Christian Bale) que lleva a crearse una nueva realidad, tal como sucede en los brotes psicóticos. Película del año 2004, probablemente se encuentre entre las diez mejores producciones de la década pasada, si bien poca gente la vio ya que en nuestro país no se estrenó comercialmente.

El maquinista plantea un nuevo enfoque que se establece en derredor de la locura: el sufrimiento del “loco”. Debe recordarse que los antecedentes de este tipo de abordaje son Repulsión y El inquilino de Roman Polanski como también Spellbound de Alfred Hitchcock.

Así se ve que hay discursos que se establecen sobre la locura y la ubican como un fenómeno de características disímiles de acuerdo a cada época.

Aunque terminado este ejemplo salta a la luz una constante: tanto El maquinista como El gabinete… Psicosis y fueron catalogadas como películas de terror. Probablemente no lo sean. Pero justamente este hecho demuestra el Terror que la locura siempre ha representado para el hombre.

domingo, 4 de julio de 2010

"El hombre y el fútbol" - Luis Darío Salamone


Cada cuatro años se desata una epidemia. Aunque hay quienes viven enfermos toda su vida. Pero un extraño virus se reactiva y abarca el globo terráqueo con esa regularidad. Históricamente atacaba sólo a los hombres, ahora parece extenderse cada vez más entre las mujeres. El virus se llama Campeonato Mundial de Futbol. Y Argentina es uno de los países más afectados. Se entusiasman hasta quienes nunca ven un partido. Las casas se visten de celeste y blanco y la gente también. A la hora del partido Buenos Aires es un desierto, y entonces algunos pocos salen con orgullo a la calle para mostrar que no se han contagiado.

¿Por qué puede llegar a ser tan importante un partido de futbol?

Quizás la pregunte no sea pertinente, como lo ha planteado Juan Sasturain: “Lo que está en cuestión no es si el futbol es importante o no. Sin duda que no lo es. Su trivialidad es del mismo orden que la de la jardinería o el alpinismo; la administración de empresas y los diez mandamientos. Se puede vivir sn sin ellos. Y en eso el fútbol es como la pesca, el cine, la literatura, el póquer, la bolita con rodilleras o el budismo zen: qué pone o saca cada uno -que no es otro sino uno- de esa experiencia que puede ir, en todos los casos, del entretenimiento más imbécil y alienado al saludable vislumbre de la belleza, al soberbio temblor metafísico.”[i]

Si lo del temblor metafísico les parece una exageración pueden consultar la obra titulada “¿La pelota no dobla?”[ii] (que pone un interrogante en una afirmación realizada por Daniel Alberto Passarella, cuando fue director técnico de la Selección Argentina de futbol para racionalizar la derrota frente a Ecuador en Quito por las eliminatorias del mundial de Francia 1998), donde pueden encontrar una serie de ensayos filosóficos sobre el tema que nos ocupa y que el periodista Dante Panzeri denominó la “dinámica de lo impensado”. El libro dice que resulta llamativo que, con la fascinación que provoca el futbol en millones de personas, este fenómeno no halla captado el interés de los académicos., quizás por un prejuicio, porque no se ha considerado al futbol como un fenómeno lo suficientemente serio.

Partimos de que se trata de un juego. Aunque como sucede con las cosas tomadas por la neurosis y el discurso capitalista la cuestión se ha arruinado. Eduardo Galeano en “El fútbol a sol y a sombra”[iii] comienza afirmando que “La historia del fútbol es un triste viaje del placer al deber”, pero eso es la neurosis misma, particularmente la obsesiva. Que aquello que comienza con ganas, por el accionar del superyó, no tarda en convertirlo en una obligación. Esto sucede con la profesionalización. Afortunadamente esto no sucede con los espectadores, auque un hincha en una oportunidad me comentó como estaba atrapado por una serie de rituales que le hacían imposible disfrutar del espectáculo.

Todo parte del Homo Ludens, esa relación que el ser humano tiene con lo lúdico, de que el hombre vuelva a ser un niño jugando por un rato, pero el juego se ha tornado espectáculo, en algo para mirar, en un buen negocio.

Veamos que nos enseñan estos autores que se han decidido a escribir sobre aquello que los apasionaba. Galeano nos habla del hincha que, una vez por semana, huye de su casa para dirigirse a la cancha, el estadio es pensado como una suerte de templo, y el fútbol como una religión pagana. Se pregunta incluso si el fútbol no es la religión de los pueblos y asegura que se parece a Dios en la devoción de los creyentes y la desconfianza de los intelectuales. Kipling se burló del fútbol y los espectadores, esas “almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que lo juegan”. Luego de ser definido el fútbol como un montón de adultos en pantalones cortos corriendo detrás de una pelota, Borges dictó una conferencia sobre la inmortalidad el mismo día y a la misma hora que estaba jugando Argentina su primer partido en el Mundial 78. No se puede generalizar, pero Galeano piensa que mientras los intelectuales conservadores piensan que la idolatría a la pelota es la superstición que la plebe merece, los de izquierda descalifican al fútbol “porque castra a las masas y desvía su energía revolucionaria”.

La crítica más rotunda sin suda a sido escrita por Juan José Sebreli en su libro “La era del fútbol”[iv]. Hay que decir que al menos consideró que el futbol era un tema digno de ser estudiado. Plantea que el fútbol, lejos de surgir de las masas populares se trata de un típico producto de la conservadora clase alta inglesa. En un segundo momento, se convirtió en un deporte popular, jugadores y públicos provenían de las clases bajas y media, la clase burguesa se alejó de él y se refugió en el rugby y el cricket. En un tercer momento, con la mediatización, deja de ser elitista o popular para transformarse en una pasión sin diferencias de clases sociales.

Sebreli caracteriza al hincha, la elección del club jamás es producto de un balance racional. Sin embargo hay determinaciones subjetivas, identificaciones. También cita a Dante Panzeri para plantear al hincha como un enfermo que no ha sido reclutado por los servicios médicos y farmacéuticos, peligrosos o mansos, están enfermos. Como ejemplo de la salud mental del hincha se citan los casos de suicidios. Habla de la violencia, los negocios, los barra bravas, realiza una crítica demoledora del mito Maradona, de la relación con la magia y la homosexualidad. Sasturain ironiza: algunos lo ven al fútbol como opio o religión, tanto que haría falta un Marx de envergadura para teorizarlo, pero asegura que “Sebrelli no da la talla”.

Galeano señala la identificación masiva que se produce, no se dice “Hoy juega el club del cual soy hincha”, sino “Hoy jugamos, ganamos, perdimos, nos estafaron…”, etc. El fanático es definido como el hincha en el manicomio. Alguien que en oportunidades no va a ver el partido, su campo de batalla es la tribuna misma. Los barra bravas llevan esto al extremo, particularmente a partir de la incidencia del consumo de alcohol o tóxicos.

El fútbol es comparado con el teatro y, efectivamente, retoma la catarsis propia del teatro griego, como pocos espectáculos. Pero para Galeano es aún más, se trata de una sublimación ritual de la guerra, se refiere a los jugadores, no a los barras que no tienen demasiada capacidad sublimatoria.

Hay una referencia a Enrique Pichón-Riviére, quien organizó un equipo con sus pacientes del manicomio, y colocó como su tarea prioritaria la estrategia del equipo de futbol. Era el entrenador y el goleador de su equipo.

Por supuesto que lo que se pone en juego, en verdad, es algo del orden de la evasión, quien fue el presidente de Real Madrid durante la dictadura de Franco: Santiago Bernabéu, decía que les estaban prestando un servicio a la nación, que es tener contenta a la gente. Vicente Calderón dijo que era bueno para que la gente no piense en otras cosas más peligrosas. Es lo que logró la dictadura argentina con nuestro Mundial 78.

Hay que hablar de lo que todos esperan: el gol. Galeano dice: “El gol es el orgasmo del fútbol. Como el orgasmo, el gol es cada vez menos frecuente en la vida moderna”.

Pero para jugar se necesita a la pelota, se le dan muchos nombres: el esférico, la redonda, el balón, en Brasil, será por eso que la tratan tan bien, nadie duda de que es mujer, le dicen la gordita, gorduchinha, o la nena, menina, a veces le ponen nombres propios: Maricota, Leonor o Margarita.

Esto nos hace recordar a lo que Freud planteó en “Sobre la más generalizada degradación de la vida erótica”, cuando afirma que la bebida puede ocupar para un hombre el lugar de una mujer, y que incluso le resulta más fácil al hombre permanecerle fiel, lo mismo sucede con la pelota ¿será por eso que a algunas mujeres les molesta la relación que el hombre tiene con el futbol?

¿A partir de esto resultaría exagerado ubicar a la pelota en las fórmulas de la sexuación Lacaniana, del lado del objeto, en ese vector que conecta al sujeto con el objeto causa?

Pero por sobre todas las cosas me parece que el espectador que más ventaja saca de un partido de fútbol es el neurótico obsesivo que por noventa minutos puede salir del infierno de sus pensamientos para seguir, hipnotizado, a una pelota que va y viene. Esto es lo que no pueden entender las mujeres, que en general no son obsesivas y sus síntomas no se juega tanto al nivel del pensamiento. Por eso me gustó la expresión “dinámica de lo impensado”, aunque fue planteado en otro sentido. La pelota va y viene y el obsesivo se ahorra la tortura del pensar. Pero después quedará pensando nuevamente en el desempeño de los equipos. Esto pude verse en los programas deportivos que analizan lo acontecido en el partido. Con respecto al entusiasmo de las mujeres en el mundial responde, en la mayoría de los casos, a un contagio histérico. Los Campeonatos Mundiales, como ciertas fechas patrias, inflan ciertos ideales capaces de unir a una nación. Cuando no se logra el objetivo, el ideal caído aplasta a los sujetos, y a ese entusiasmo que llevó a enarbolar banderas, le sigue una tristeza ante el ideal caído, y se requiere de una suerte de duelo.

La pelota proporciona el placer de lo lúdico, del narcisismo reconfortado cuando se hace una buena jugada, un gol; o, cuando se es un simple espectador, la satisfacción de la mirada, identificado al portador de la pelota. Es innegable que proporciona placer. Que da lugar a una ilusión, y también a la desilusión. A veces, por qué no, provoca cierta felicidad.

A la teóloga alemana Dorothee Sölle un periodista le preguntó:

- ¿Cómo le explica usted a un niño qué es la felicidad?

Y ella le respondió:

- No se lo explicaría, le tiraría una pelota para que jugara.

[i] Sasturain. Wing de metegol. Página 12. Buenos Aires, 2007.

[ii] Torres y Campos (copiladores). ¿La pelota no dobla? Libros del Zorzal. Buenos Aires, 2006.

[iii] Galeano, Eduardo. El fútbol a sol y a sombra. Siglo XXI editores. Buenos Aires, 2007.

[iv] Sebreli, Juan José. La era del fútbol. Editorial Sudamericana. Buenos Aires, 1998.

viernes, 2 de julio de 2010

XVIII Jornada Anual - "El niño y su relación con el inconsciente"


PEQUEÑO HANS
6 de noviembre 2010
Entrega de trabajos hasta el 15 de octubre de 2010
El psicoanálisis no es una teoría. Es una práctica de discurso que, como tal, hace existir al inconsciente en la misma experiencia analítica.

Después de preguntarnos el año pasado por los niños difíciles y los obstáculos en la cura nos preguntamos este año por la relación que el niño tiene con el inconsciente. ¿Tiene alguna particularidad el lazo al inconsciente de un sujeto por el hecho de ser éste un niño o un púber? ¿Es más difícil hoy que un niño “crea” en su inconsciente que en la época del Juanito de Freud?

La enseñanza de Lacan en el Seminario XI nos plantea al inconsciente estructurado como un lenguaje, donde, para capturar su singularidad hace falta la pulsación entre dos significantes; es decir, el inconsciente en relación al significante y en relación a la pulsión. También nos plantea en el Seminario XXIV que el inconsciente no se capta sino en la equivocación. Más allá de las formaciones del inconsciente como elucubración de saber, hay un inconciente que no se articula como sentido, sino que se localiza del lado de lo real.

No es posible pensar una cura sin la transferencia al analista que compone el tejido del inconsciente. Nuestra orientación nos plantea ir en contra de los sentidos, es decir tender a separar al niño de aquellos modos de interpretación de las cosas que lo fijan en el sufrimiento. Pero lo que nos toca a los analistas hoy es hacer posible que el goce se enlace a la palabra. El empuje de la época a “la felicidad” es una tendencia a rechazar el inconsciente. Quedan así afectados, entre otros, los lazos, la tramitación de los duelos, las operaciones de causación del sujeto-alienación-separación, dando lugar a impulsiones, caídas del deseo o fenómenos en el cuerpo comandados por la más salvaje mortificación.

¿Cómo, entonces, hacer existir al inconsciente?


E-mail: jornadahans10@gmail.com
EOL Callao 1033. 5º piso - Cuidad de Buenos Aires
(011) 488-2707

Comisión organizadora: Mirta Berkoff, Susana Goldber, Silvia Contreras y Nicolás Mascialino
Instituto Clínico de Buenos Aires
Callao 1033, 5º piso
4816-7292
icdeba@icdeba.org.ar
www.icdeba.org.ar

Jornadas “Estudiar en la cárcel”

Lunes 12 de Julio (horario a confirmar)

Centro Universitario de Ezeiza

Ejes:

¿En qué situación educativa se encuentra la población en contextos de encierro y qué políticas se despliegan con relación a ello?

¿Qué tensiones se presentan en la práctica?

¿Qué tipo de experiencias pedagógicas se desarrollan?


Panelistas:

Nair Repollo (Coordinadora de Exactas)
Juan Pablo Parchuc (Coordinador de Letras)
Marcelo Langieri (Coordinador de Sociología)

Liliana Cucut (Proyecto Ave Fenix)

sábado, 5 de junio de 2010

"¿Qué es lo que hace hombre a un hombre?" - Luis Darío Salamone























1- Todos los hombres no son iguales


La expresión que utilizamos de subtítulo es una negación de las aseveraciones que más recurrentemente encontramos en la clínica, y en la vida diaria, preferentemente pronunciada por parte de mujeres histéricas. Lo vamos a tomar como un chiste, por la relación que tiene con la verdad. Podemos, como dijimos, leer la negación. Es verdad que los hombres tienen algo en común, como por ejemplo su relación con el falo, por consiguiente con el goce.

Al referirnos al término “hombre” no estamos tomando un concepto del psicoanálisis. En psicoanálisis tomamos, en cambio, el término sujeto. Hombre suele utilizarse para referirse a un ser animado racional, haciéndose extensivo a todo el género humano. Se emplea el vocablo para, dentro el género humano, referirse a los varones, es decir a esas criaturas racionales del sexo masculino, pero también se aplica a aquella persona que ha llegado a la madurez, a la virilidad; en oportunidades se utiliza para referir a determinadas cualidades que se supone que un hombre debe poseer: fuerza, valentía y algunas de esas cosas que se consideran varoniles. No vamos a tomar el término hombre como relativo a la masculinidad, sino en su sentido genérico. Vamos a recortar el campo para restringirlo al de la neurosis.

Se trata de un significante que puede tener muchas derivaciones, quizás más que los ejemplos que utiliza Lacan como los significantes “mano” (mano negra, mano en la lata, segunda mano, etc) o árbol (genealógico, de la vida, etc.). Se puede tratar de un hombre de bien, de edad, de dos caras, del Estado, de la Iglesia, de letras, de mar, de mundo, de palabra, de pelo en pecho, puede tratarse de un hombre público, un hombre rana, pude utilizarse la expresión “hombre al agua”, o ser poco hombre. En fin, vemos que es un significante que puede dar cuenta de múltiples significados.

Platón definió al hombre como un animal bípedo, y ante la sorpresa de una gallina arrojada por Diógenes en medio de una charla con sus discípulos, se vio obligado a corregir: “Se trata, en verdad, de un animal bípedo sin plumas” Se dice que el filósofo cínico no tardó en arrancarle las plumas a la gallina para volver a arrojársela.

Vemos que también puede haber dificultades para definir lo que es un hombre. ¿Pero qué definiría a un hombre desde el psicoanálisis?

2- No hay hombres... cuando el deseo está en otra parte.

Hay una expresión utilizada por Jacques Lacan hacia el final del escrito “La dirección de la cura” que es “hombre de deseo”. Es una expresión que podemos considerar válida con respecto a lo que puede esperar el psicoanálisis de alguien, o a la inversa, es eso lo que puede esperar alguien de un psicoanálisis, convertirse en un hombre de deseo. Cito a Lacan: “Hombre de deseo, de un deseo que siguió contra su voluntad por los caminos donde se refleja en el sentir, el dominar y el saber...”[1] Lacan utiliza esta expresión para referirse a Freud, que en búsqueda de descifrar el inconsciente se reveló como un hombre deseo. A tal punto que le permitió sostener un discurso inédito, el del Psicoanálisis. En esta nueva lectura me resultó interesante darme cuenta de que cuando Lacan habla de un camino donde se refleja el sentir, el dominar y el saber, podemos aludir a los otros discursos formalizados por él (histérico, amo y universitario). Pese a esos reflejos Freud siguió un deseo ”contra su voluntad”, es decir no fue su yo lo que lo animó, por el contrario renunció al prestigio que le podría haber dado mucho más rápidamente su título de médico, y se lanzó a una apuesta incierta, que si no fue una mala inversión fue precisamente por haber estado animada por su deseo. Un deseo que dejaba de lado el cálculo por lo que podía llegar a perder, y acá entramos en una de las características del hombre neurótico, no puede tomar decisiones precisamente por miedo a perder, sin saber que cualquier decisión tomada implica una pérdida. En algunos casos existe un registro de esto y por eso no se toman decisiones.

Si bien nos propusimos hablar de hombre en el sentido amplio del término, es verdad que ésta suele ser una característica de los neuróticos obsesivos. La postergación es lo habitual. Pero también es verdad que los “arranques histéricos”, esos actos o actings que al sujeto lo ponen en movimiento, tampoco son productos de un deseo decidido, más bien suele considerarse como parte de su locura, sin embargo le permite avanzar.

La cita de “Dirección de la cura” en la cual Lacan se refiere a Freud como un hombre de deseo, subraya como Freud supo revelar, como un iniciado en los misterios, la relación del sujeto con el falo. Cito: “es falo cuya recepción y cuyo don son para el neurótico igualmente imposibles, ya sea que sepa que el otro no lo tiene o bien que lo tiene, porque en los dos casos su deseo está en otra parte: es el de serlo, y es preciso que el hombre, masculino o femenino, acepte tenerlo y no tenerlo, a partir del descubrimiento de que no lo es”. Vemos señalada la necesidad en el hombre, masculino o femenino, de cierto viraje con relación al falo, que deje de serlo, de completar al otro, para que pase a tenerlo o no tenerlo. Pero sabemos que esto suele trastornar al neurótico, al que se le suele ir la vida en buscar tenerlo o sufre por no tenerlo. Muchas veces necesitaría de una operación en ese plano para salir de una neurosis capaz de arruinarle la vida. Parafraseo a Lacan, que en ese párrafo lo plantea en otro sentido, pero en esa comedia-tragedia en la cual se encuentra inmerso por no tolerar la falta, ”su deseo está en otra parte”, extraviado, aplastado, impotente, insatisfecho. No es que el neurótico no sea un hombre de deseo, lo acontece es que le trae problemas, que preferiría no serlo. Y muchas veces lo consigue, marchitándolo.

3-Algo más que un pobre diablo.

Podemos encontrar una definición de lo que implica ser un hombre para el psicoanálisis en una película dirigida por Guillermo del Toro. Como lo ha demostrado Slavoj Zizek[2], la cultura popular nos brinda constantemente la oportunidad de introducirnos en la teoría lacaniana.

En esta película vamos a encontrar que se interroga exactamente por lo que nos estamos preguntando en este trabajo: ¿qué es lo que hace hombre a un hombre?. Una primera aproximación se hace a partir de otro interrogante: “¿es su origen, como nace y crece?”. En principio podríamos estar de acuerdo con una respuesta afirmativa a dicha pregunta. Tomamos en consideración para la constitución de un sujeto su relación al Otro, las determinaciones significantes que permitirán dicha constitución y que tendrá que llevar a cuestas, que lo harán elegir o no poder elegir determinadas cosas, que de alguna manera signarán su goce, sus elecciones de objeto, sus momentos de felicidad o de “falicidad”, sus pesares. Pero también sabemos que la operación analítica está para desprender al sujeto de ese Otro, para enfrentarlo a su falta, a su inconsistencia, para que caigan los significantes amos a los cuales el sujeto se encuentra alienado. Esto implica transformar al sujeto en un sujeto ético, lo cual me parece que es una forma de que un hombre se haga hombre, de que abandone sus impotencias y su posición quejosa para que soporte lo que implica sus actos y pueda tomar decisiones en conformidad con su deseo. Resulta convincente la respuesta que nos da Hellboy, el personaje central de esta película.

Para los que no la vieron se trata de una adaptación de un comic de Mike Mignola. Hellboy es traído a este mundo a partir de un experimento ocultista realizado con el patrocinio de los nazis, procurando invocar un poderoso demonio. Los aliados llegan a tiempo para frustrar la búsqueda de poder de los nazis, pero no pueden impedir que se abra una puerta por la que llega a nuestro mundo un pequeño demonio, un “niño del infierno” que sería adoptado y una vez crecido formará parte del B.R.P.D. (Bureau for Paranormal Research and Defense, Oficina para la Investigación y Defensa de lo Paranormal). Hellboy se esforzará por no ser un demonio y enfrentar esas cosas que merodean en las tinieblas, se limará los cuernos, lo cual hubiera sido remitido por Freud seguramente a la relación con el falo, se enamorará de una joven piro-cinética, un incendiaria responsable de la gran tragedia de su vida en la cual mueren, entre otras personas, sus padres. Ella no es un monstruo en su apariencia, pero las relaciones con los otros le resultan tan conflictivas como a nuestro personaje. Que la joven provoque incendios no es algo que le puede preocupar a un demonio, harían una buena pareja si ella le llevara más el apunte. El amor de Hellboy superará incluso la prueba de la muerte. No es que prefiera como algunos obsesivos enfrentar a la muerte a soportar a una mujer; sino que enfrenta la muerte para que le devuelva a su mujer. Cuando vuelve ella le dice tras regresar del otro mundo: “En la oscuridad escuché tu voz: ¿qué dijiste?”, y él le comenta: “oigan, los del otro lado, suéltenla, porque por ella cruzaré y entonces lo lamentarán”. En ese punto insiste nuestra pregunta: “¿Qué es lo que hace a un hombre, un hombre?. Es su origen, como nace y crece, no lo creo...”, Aquí comienza a desdecirse la respuesta que habíamos dado por satisfactoria antes. Hellboy nace como un diablo pero se convierte en hombre, lucha contra las determinaciones de su origen. El psicoanálisis fue creado para eso, para lo cual es necesario enfrentarse en el campo de batalla de la transferencia (disculpen la metáfora freudiana, tampoco a mí me había agradado antes, ni jamás la había utilizado, pero va con el tono épico de lo que hoy les traje). No es necesario un análisis para esto, la historia está llena de hombres que no lo necesitaron. Pero es un espacio abierto para tratar la neurosis. No hace falta para aprender algo del psicoanálisis recurrir a citas eruditas; la cultura popular, como dijimos, nos brinda muchas veces diagnósticos de situaciones, así como algunas soluciones. Claro que para llevarlas a cabo hace falta cierto grado de decisión. Digamos incluso que analizarse ya es en sí una primera decisión.

Basta de rodeos, lo que hace hombre a un hombre “...son las decisiones que toma, no cómo se inician las cosas, sino cómo decide terminarlas”.


[1] Lacan, Jacques. La dirección de la cura y los principios de su poder”. Escritos 2. Siglo Veintiuno Editores. Buenos Aires, 1985.

[2] Zizek, Slavoj. “Mirando al sesgo” Piados, buenos Aires, 2002.