miércoles, 21 de julio de 2010

Lic. Matías Pirilli - "La locura y el cine" - a través de Revista El Andén.

http://www.andendigital.com.ar/index.php/cultura/peliculas-para-viajar/181-la-locura-y-el-cine-anden-41.html

¿De qué se habla exactamente cuando se nombra a un sujeto como un “loco”? Existen muchas respuestas a esta pregunta y varían de acuerdo al lugar desde donde uno se ubique para responderla. Se puede contestar desde el psicoanálisis lacaniano que llamará de tal forma a aquel sujeto que no reconoce ni responsabiliza su posición en el mundo o también a un conjunto específico de signos y síntomas, si se responde desde la psiquiatría. Pero éstas son versiones de la cosa, como lo es en definitiva toda realidad.

L

a figura romántica del “loco” se debe en gran parte a la literatura, que le imprimió a tal personaje características exageradas de acuerdo al momento histórico desde donde se contaba la historia. Sin proponérselo realizó un estereotipo que ha ido modificándose de acuerdo a la época. Una vez más, el discurso generando una realidad (como siempre lo fue y será).

Ahora bien, siguiendo la línea de los discursos como generadores de realidades, se debe argumentar que, que se llame enfermedad a tal tipo deexistencia, responde a un tipo de “verdad” que la sociedad mercantil capitalista ha establecido a partir de determinada época, la Clásica. Y esto fue debido a una nueva dinámica social que estableció las cosas de tal forma (no siempre fue visto como enfermo). Este análisis lo ha realizado Michel Foucault en sus dos tomos de La locura en la época clásica.

Se sostiene que el cine ha sido posiblemente el arte popular por excelencia durante todo el siglo XX (¿cederá en este siglo ese lugar de privilegio a la computadora y su fiel aliado Internet?); por lo tanto, se tomarán tres películas antológicas de épocas distintas para intentar realizar un recorrido y una reflexión acerca de qué mito ha establecido el hombre moderno acerca de la figura del “loco”.

El gabinete del doctor Caligari. El loco encerrado.

Lo que rápidamente llama la atención de la película de Robert Wiene es su puesta en escena. Caligari contaba con un cuidadoso diseño de producción que mucho le debía al teatro. La presencia de una escenografía compuesta por telas y cartones pintados, la iluminación sugestiva y un maquillaje que resaltaba emociones dieron como resultado una película típica del expresionismo alemán. Se ha planteado alguna vez, si esta película es realmente cine o teatro filmado. Que se sostenga como teatro filmado reside en lo temprana de su aparición (es de 1919) y la falta de aquellos elementos que definirían al cine como arte. La cámara es estática y no hay un solo travelling en todo el metraje, cosa que por ejemplo Fritz Lang se animaría a hacer 3 años después en Nosferatu.

El guión es un elemento muy importante en esta producción. En el siglo XIX, gracias a sujetos como Edgar Alan Poe, irrumpe la literatura moderna, con el típico héroe de la narrativa contemporánea y con un estilo innovador de contar la historia residente en el planteamiento del relato en función del desenlace. Caligari probablemente sea la primera película cuyo final resultó absolutamente sorpresivo. Con Sexto sentido pareció que se había inventado la pólvora en este aspecto y en realidad no lo fue así. Por ejemplo, al final de la película Las diabólicas (H.G. Clouzot, 1955) aparecía un cartel que decía “Por favor, no cuente el final”. Y respecto a hombres que estaban muertos –he aquí un fantasma típicamente obsesivo- sin que público ni protagonista lo supiesen, se puede recomendar Muertos y enterrados (1981) dirigida por Gary Sherman y con guión del gran Dan O´ Bannon.

La genial trama de Caligari posee un desenlace a la altura. Luego de los asesinatos del Doctor y su “marioneta” nos damos cuenta de que Caligari es ni más ni menos que el psiquiatra de un hospicio y que la “marioneta” es su paciente quien delira toda la trama. Esta historia es de 1919 y resulta aún hoy superlativa su eficacia.

Establece a la locura como un hecho controlado por un cuerpo médico y con elementos románticos en su delirio. El loco en el hospicio, con delirios y alucinaciones bastante floridas y hasta apasionantes. La película muestra un delirio típicamente persecutorio contado de un modo narrativo y fantasioso.

Por lo tanto, en este momento el loco era aquél que se encontraba encerrado y que cautivaba con su delirio. También establece la fascinación que siempre produce al público la figura del loco. Ocurrió en la literatura y comenzaba a pasar en el cine.

Psicosis. El loco siniestro.

Hitchcock eligió a Anthony Perkins para interpretar a Norman Bates debido a su cara de tipo común y sencillo. Al presentar al personaje de tal forma, resultaba doblemente sorpresiva la aparición de la locura. El éxito de la película representó el puntapié inicial para que la figura del loco fuera explotada definitivamente en el cine como una figura siniestra: Los Giallos de Argento, los asesinos seriales, desde Michael Myers a Hannibal Lecter, Baby Jane y una enorme lista de personajes y películas.

Si Foucault sostiene que la figura del loco se estableció como algo que simbolizaba el desvío de un sistema moral pretendido, es este mismo sistema moral el que lleva a la segregación de esa figura (si bien posteriormente se lo integró aunque de manera diagnóstica-patológica y como “distinto”).

En la sociedad que se acomoda en función del producir, el “loco” se muestra en 1960 como una figura no sólo lejos de la moral establecida, sino que destruye a la sociedad y al pequeño burgués. No se debe olvidar que Janet Leight llevaba consigo mucho dinero que le había hurtado a su jefe. Generalmente la víctima de los asesinos seriales son mujeres urbanas que se ven atormentadas por un sujeto que quiere terminar con su vida. Y esto no es una línea que ha bajado de las productoras siguiendo una ideología, sino que es una expresión de arte auténtica, que no reflexiona sobre la época (en un intento artístico buscado) sino que es la expresión de un fantasma de la época. Por este motivo, estas producciones tendrán enorme valor a futuro.

Por lo tanto, en este momento apareció la figura del “loco” como una exageradamente siniestra.

El maquinista. Pobre loco.

Finalmente han aparecido películas que pretenden demostrar otra cara de la locura, películas que se corren del romanticismo con que se abordó el tema y demuestran el asunto en una vertiente cruda: si la locura no es algo tan lindo o peligroso, entonces, ¿qué es?

El maquinista es un buen ejemplo para mostrar cómo se ha abordado actualmente el tema. Si bien la película es un gran simbolismo de lo que es la culpa, muestra un planteo diferente a lo planteado hasta el momento de su aparición. Aquí el protagonista no es alguien peligroso sino alguien absolutamente atormentado. Se repite, es un claro manifiesto sobre la culpa: tan intolerable es la carga que atormenta a Trevor Resnik (interpretado por un escuálido Christian Bale) que lleva a crearse una nueva realidad, tal como sucede en los brotes psicóticos. Película del año 2004, probablemente se encuentre entre las diez mejores producciones de la década pasada, si bien poca gente la vio ya que en nuestro país no se estrenó comercialmente.

El maquinista plantea un nuevo enfoque que se establece en derredor de la locura: el sufrimiento del “loco”. Debe recordarse que los antecedentes de este tipo de abordaje son Repulsión y El inquilino de Roman Polanski como también Spellbound de Alfred Hitchcock.

Así se ve que hay discursos que se establecen sobre la locura y la ubican como un fenómeno de características disímiles de acuerdo a cada época.

Aunque terminado este ejemplo salta a la luz una constante: tanto El maquinista como El gabinete… Psicosis y fueron catalogadas como películas de terror. Probablemente no lo sean. Pero justamente este hecho demuestra el Terror que la locura siempre ha representado para el hombre.

domingo, 4 de julio de 2010

"El hombre y el fútbol" - Luis Darío Salamone


Cada cuatro años se desata una epidemia. Aunque hay quienes viven enfermos toda su vida. Pero un extraño virus se reactiva y abarca el globo terráqueo con esa regularidad. Históricamente atacaba sólo a los hombres, ahora parece extenderse cada vez más entre las mujeres. El virus se llama Campeonato Mundial de Futbol. Y Argentina es uno de los países más afectados. Se entusiasman hasta quienes nunca ven un partido. Las casas se visten de celeste y blanco y la gente también. A la hora del partido Buenos Aires es un desierto, y entonces algunos pocos salen con orgullo a la calle para mostrar que no se han contagiado.

¿Por qué puede llegar a ser tan importante un partido de futbol?

Quizás la pregunte no sea pertinente, como lo ha planteado Juan Sasturain: “Lo que está en cuestión no es si el futbol es importante o no. Sin duda que no lo es. Su trivialidad es del mismo orden que la de la jardinería o el alpinismo; la administración de empresas y los diez mandamientos. Se puede vivir sn sin ellos. Y en eso el fútbol es como la pesca, el cine, la literatura, el póquer, la bolita con rodilleras o el budismo zen: qué pone o saca cada uno -que no es otro sino uno- de esa experiencia que puede ir, en todos los casos, del entretenimiento más imbécil y alienado al saludable vislumbre de la belleza, al soberbio temblor metafísico.”[i]

Si lo del temblor metafísico les parece una exageración pueden consultar la obra titulada “¿La pelota no dobla?”[ii] (que pone un interrogante en una afirmación realizada por Daniel Alberto Passarella, cuando fue director técnico de la Selección Argentina de futbol para racionalizar la derrota frente a Ecuador en Quito por las eliminatorias del mundial de Francia 1998), donde pueden encontrar una serie de ensayos filosóficos sobre el tema que nos ocupa y que el periodista Dante Panzeri denominó la “dinámica de lo impensado”. El libro dice que resulta llamativo que, con la fascinación que provoca el futbol en millones de personas, este fenómeno no halla captado el interés de los académicos., quizás por un prejuicio, porque no se ha considerado al futbol como un fenómeno lo suficientemente serio.

Partimos de que se trata de un juego. Aunque como sucede con las cosas tomadas por la neurosis y el discurso capitalista la cuestión se ha arruinado. Eduardo Galeano en “El fútbol a sol y a sombra”[iii] comienza afirmando que “La historia del fútbol es un triste viaje del placer al deber”, pero eso es la neurosis misma, particularmente la obsesiva. Que aquello que comienza con ganas, por el accionar del superyó, no tarda en convertirlo en una obligación. Esto sucede con la profesionalización. Afortunadamente esto no sucede con los espectadores, auque un hincha en una oportunidad me comentó como estaba atrapado por una serie de rituales que le hacían imposible disfrutar del espectáculo.

Todo parte del Homo Ludens, esa relación que el ser humano tiene con lo lúdico, de que el hombre vuelva a ser un niño jugando por un rato, pero el juego se ha tornado espectáculo, en algo para mirar, en un buen negocio.

Veamos que nos enseñan estos autores que se han decidido a escribir sobre aquello que los apasionaba. Galeano nos habla del hincha que, una vez por semana, huye de su casa para dirigirse a la cancha, el estadio es pensado como una suerte de templo, y el fútbol como una religión pagana. Se pregunta incluso si el fútbol no es la religión de los pueblos y asegura que se parece a Dios en la devoción de los creyentes y la desconfianza de los intelectuales. Kipling se burló del fútbol y los espectadores, esas “almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que lo juegan”. Luego de ser definido el fútbol como un montón de adultos en pantalones cortos corriendo detrás de una pelota, Borges dictó una conferencia sobre la inmortalidad el mismo día y a la misma hora que estaba jugando Argentina su primer partido en el Mundial 78. No se puede generalizar, pero Galeano piensa que mientras los intelectuales conservadores piensan que la idolatría a la pelota es la superstición que la plebe merece, los de izquierda descalifican al fútbol “porque castra a las masas y desvía su energía revolucionaria”.

La crítica más rotunda sin suda a sido escrita por Juan José Sebreli en su libro “La era del fútbol”[iv]. Hay que decir que al menos consideró que el futbol era un tema digno de ser estudiado. Plantea que el fútbol, lejos de surgir de las masas populares se trata de un típico producto de la conservadora clase alta inglesa. En un segundo momento, se convirtió en un deporte popular, jugadores y públicos provenían de las clases bajas y media, la clase burguesa se alejó de él y se refugió en el rugby y el cricket. En un tercer momento, con la mediatización, deja de ser elitista o popular para transformarse en una pasión sin diferencias de clases sociales.

Sebreli caracteriza al hincha, la elección del club jamás es producto de un balance racional. Sin embargo hay determinaciones subjetivas, identificaciones. También cita a Dante Panzeri para plantear al hincha como un enfermo que no ha sido reclutado por los servicios médicos y farmacéuticos, peligrosos o mansos, están enfermos. Como ejemplo de la salud mental del hincha se citan los casos de suicidios. Habla de la violencia, los negocios, los barra bravas, realiza una crítica demoledora del mito Maradona, de la relación con la magia y la homosexualidad. Sasturain ironiza: algunos lo ven al fútbol como opio o religión, tanto que haría falta un Marx de envergadura para teorizarlo, pero asegura que “Sebrelli no da la talla”.

Galeano señala la identificación masiva que se produce, no se dice “Hoy juega el club del cual soy hincha”, sino “Hoy jugamos, ganamos, perdimos, nos estafaron…”, etc. El fanático es definido como el hincha en el manicomio. Alguien que en oportunidades no va a ver el partido, su campo de batalla es la tribuna misma. Los barra bravas llevan esto al extremo, particularmente a partir de la incidencia del consumo de alcohol o tóxicos.

El fútbol es comparado con el teatro y, efectivamente, retoma la catarsis propia del teatro griego, como pocos espectáculos. Pero para Galeano es aún más, se trata de una sublimación ritual de la guerra, se refiere a los jugadores, no a los barras que no tienen demasiada capacidad sublimatoria.

Hay una referencia a Enrique Pichón-Riviére, quien organizó un equipo con sus pacientes del manicomio, y colocó como su tarea prioritaria la estrategia del equipo de futbol. Era el entrenador y el goleador de su equipo.

Por supuesto que lo que se pone en juego, en verdad, es algo del orden de la evasión, quien fue el presidente de Real Madrid durante la dictadura de Franco: Santiago Bernabéu, decía que les estaban prestando un servicio a la nación, que es tener contenta a la gente. Vicente Calderón dijo que era bueno para que la gente no piense en otras cosas más peligrosas. Es lo que logró la dictadura argentina con nuestro Mundial 78.

Hay que hablar de lo que todos esperan: el gol. Galeano dice: “El gol es el orgasmo del fútbol. Como el orgasmo, el gol es cada vez menos frecuente en la vida moderna”.

Pero para jugar se necesita a la pelota, se le dan muchos nombres: el esférico, la redonda, el balón, en Brasil, será por eso que la tratan tan bien, nadie duda de que es mujer, le dicen la gordita, gorduchinha, o la nena, menina, a veces le ponen nombres propios: Maricota, Leonor o Margarita.

Esto nos hace recordar a lo que Freud planteó en “Sobre la más generalizada degradación de la vida erótica”, cuando afirma que la bebida puede ocupar para un hombre el lugar de una mujer, y que incluso le resulta más fácil al hombre permanecerle fiel, lo mismo sucede con la pelota ¿será por eso que a algunas mujeres les molesta la relación que el hombre tiene con el futbol?

¿A partir de esto resultaría exagerado ubicar a la pelota en las fórmulas de la sexuación Lacaniana, del lado del objeto, en ese vector que conecta al sujeto con el objeto causa?

Pero por sobre todas las cosas me parece que el espectador que más ventaja saca de un partido de fútbol es el neurótico obsesivo que por noventa minutos puede salir del infierno de sus pensamientos para seguir, hipnotizado, a una pelota que va y viene. Esto es lo que no pueden entender las mujeres, que en general no son obsesivas y sus síntomas no se juega tanto al nivel del pensamiento. Por eso me gustó la expresión “dinámica de lo impensado”, aunque fue planteado en otro sentido. La pelota va y viene y el obsesivo se ahorra la tortura del pensar. Pero después quedará pensando nuevamente en el desempeño de los equipos. Esto pude verse en los programas deportivos que analizan lo acontecido en el partido. Con respecto al entusiasmo de las mujeres en el mundial responde, en la mayoría de los casos, a un contagio histérico. Los Campeonatos Mundiales, como ciertas fechas patrias, inflan ciertos ideales capaces de unir a una nación. Cuando no se logra el objetivo, el ideal caído aplasta a los sujetos, y a ese entusiasmo que llevó a enarbolar banderas, le sigue una tristeza ante el ideal caído, y se requiere de una suerte de duelo.

La pelota proporciona el placer de lo lúdico, del narcisismo reconfortado cuando se hace una buena jugada, un gol; o, cuando se es un simple espectador, la satisfacción de la mirada, identificado al portador de la pelota. Es innegable que proporciona placer. Que da lugar a una ilusión, y también a la desilusión. A veces, por qué no, provoca cierta felicidad.

A la teóloga alemana Dorothee Sölle un periodista le preguntó:

- ¿Cómo le explica usted a un niño qué es la felicidad?

Y ella le respondió:

- No se lo explicaría, le tiraría una pelota para que jugara.

[i] Sasturain. Wing de metegol. Página 12. Buenos Aires, 2007.

[ii] Torres y Campos (copiladores). ¿La pelota no dobla? Libros del Zorzal. Buenos Aires, 2006.

[iii] Galeano, Eduardo. El fútbol a sol y a sombra. Siglo XXI editores. Buenos Aires, 2007.

[iv] Sebreli, Juan José. La era del fútbol. Editorial Sudamericana. Buenos Aires, 1998.

viernes, 2 de julio de 2010

XVIII Jornada Anual - "El niño y su relación con el inconsciente"


PEQUEÑO HANS
6 de noviembre 2010
Entrega de trabajos hasta el 15 de octubre de 2010
El psicoanálisis no es una teoría. Es una práctica de discurso que, como tal, hace existir al inconsciente en la misma experiencia analítica.

Después de preguntarnos el año pasado por los niños difíciles y los obstáculos en la cura nos preguntamos este año por la relación que el niño tiene con el inconsciente. ¿Tiene alguna particularidad el lazo al inconsciente de un sujeto por el hecho de ser éste un niño o un púber? ¿Es más difícil hoy que un niño “crea” en su inconsciente que en la época del Juanito de Freud?

La enseñanza de Lacan en el Seminario XI nos plantea al inconsciente estructurado como un lenguaje, donde, para capturar su singularidad hace falta la pulsación entre dos significantes; es decir, el inconsciente en relación al significante y en relación a la pulsión. También nos plantea en el Seminario XXIV que el inconsciente no se capta sino en la equivocación. Más allá de las formaciones del inconsciente como elucubración de saber, hay un inconciente que no se articula como sentido, sino que se localiza del lado de lo real.

No es posible pensar una cura sin la transferencia al analista que compone el tejido del inconsciente. Nuestra orientación nos plantea ir en contra de los sentidos, es decir tender a separar al niño de aquellos modos de interpretación de las cosas que lo fijan en el sufrimiento. Pero lo que nos toca a los analistas hoy es hacer posible que el goce se enlace a la palabra. El empuje de la época a “la felicidad” es una tendencia a rechazar el inconsciente. Quedan así afectados, entre otros, los lazos, la tramitación de los duelos, las operaciones de causación del sujeto-alienación-separación, dando lugar a impulsiones, caídas del deseo o fenómenos en el cuerpo comandados por la más salvaje mortificación.

¿Cómo, entonces, hacer existir al inconsciente?


E-mail: jornadahans10@gmail.com
EOL Callao 1033. 5º piso - Cuidad de Buenos Aires
(011) 488-2707

Comisión organizadora: Mirta Berkoff, Susana Goldber, Silvia Contreras y Nicolás Mascialino
Instituto Clínico de Buenos Aires
Callao 1033, 5º piso
4816-7292
icdeba@icdeba.org.ar
www.icdeba.org.ar

Jornadas “Estudiar en la cárcel”

Lunes 12 de Julio (horario a confirmar)

Centro Universitario de Ezeiza

Ejes:

¿En qué situación educativa se encuentra la población en contextos de encierro y qué políticas se despliegan con relación a ello?

¿Qué tensiones se presentan en la práctica?

¿Qué tipo de experiencias pedagógicas se desarrollan?


Panelistas:

Nair Repollo (Coordinadora de Exactas)
Juan Pablo Parchuc (Coordinador de Letras)
Marcelo Langieri (Coordinador de Sociología)

Liliana Cucut (Proyecto Ave Fenix)